En enero de 2006, la compañía farmacéutica solicitó la patente en el país asiático de una fórmula mejorada de un medicamento anticancerígeno comercializado como Glivec. Fue rechazada porque, de acuerdo con la la ley india de patentes, sólo «las innovaciones auténticas» pueden registrarse.
Se trata de una práctica muy común entre las compañías farmacéuticas, explica Carlos Ugarte, portavoz para el caso Novartis de Médicos Sin Fronteras. «Con el objetivo de extender el periodo de las patentes(pensado en teoría para compensar los gastos de investigación) unos años más (y así obtener más beneficios -costaba 2.600 dólares por paciente al mes y las versiones genéricas 200 dólares- y retrasar la producción de genéricos), cambian las presentaciones del medicamento o realizan modificaciones banales de la formulación, pero realmente, el efecto es el mismo».
Tras el rechazo de India, Novartis presentó una demanda contra esta resolución y contra la ley india de patentes. «Esto nos preocupaba enormemente», asegura Ugarte. Gracias a la fuerte industria de genéricos que hay en la India, «millones de personas están siendo tratadas».Produce medicamentos a precio razonable. Por ejemplo, «si en el año 2000, el tratamiento antirretroviral costaba 10.000 dólares por paciente, ahora cuesta 100 dólares. Y el productor indio no pierde dinero», subraya el portavoz de MSF.
«El precio es vital» y más teniendo en cuenta los recortes que se están produciendo en política de cooperación al desarrollo. Como señala este experto, desde 1999, en España se destina un 70% menos de ayudas a este fin. «Hay menos dinero en cooperación y no hay que olvidar que dos terceras partes de la humanidad están en vías de desarrollo o no tienen recursos para hacerse con esos medicamentos». Mantener medicamentos de calidad asequibles es vital y esto lo facilita la industria de genéricos de la india, de la que no sólo «se nutren las ONGs, también la agencia de Naciones Unidas y muchos países en vías de desarrollo».
Una resolución muy esperada
De haber prosperado la demanda de Novartis, alega Ugarte, «se hubiera convertido en un coladero de patentes y la salvaguarda de la salud pública por la que apuesta la ley india de patentes hubiera desaparecido». También «se habría cargado la industria india de genéricos, que se ha convertido en la farmacia de los sistemas públicos de países como Zimbabwe, cuya dependencia actual es de prácticamente el 90%».
Después de más de seis años de batalle legal, la sentencia del Tribunal Supremo por fin ha puesto punto final a esta disputa y da la razón a la industria india, primero, al considerar que, efectivamente, las propiedades del mesilato de imatinib no han cambiado y, lo más importante, la ley india de patentes queda intacta. «Esto sentará jurisprudencia y cerrará puertas a otras compañías farmacéuticas que quieran hacer lo mismo (extender patentes basándose en un cambio banal)».
De acuerdo con la sentencia, ahora Novartis tendrá que cargar con los costes del juicio, aunque la compañía suiza dispondrá de 90 días para apelar la sentencia.