El viernes 29 de marzo, Gonzalo Noria regresó de clase con dolor de panza. Cursa tercer año en la escuela número 86 de Libertad, departamento de San José. El domingo, empezó con vómitos. Al día siguiente, su madre lo llevó a la policlínica de la Médica Uruguaya, donde le diagnosticaron gastroenterocolitis, le recomendaron que tomara agua, para evitar deshidratarse y que hiciera dieta.
El viernes 5 de abril, ya se sentía recuperado y con ganas de volver a la escuela, pero la maestra le pidió a su madre que no lo llevara, porque había muchos casos similares. Aunque no volvió, la mejoría duró poco: volvió a tener diarrea.
Laboratoristas detectaron en su materia fecal la bacteria Shigella, que en una semana se convirtió en la villana de una ciudad con 10 mil habitantes y que obligó a cerrar la escuela durante una semana. El Ministerio de Salud Pública (MSP) informó ayer en un comunicado que “se han reportado 138 casos de afección gastrointestinal, entre alumnos, docentes y funcionarios del centro de estudios” provocados por la bacteria Shigella sonei.
Cómo llegó la bacteria a la escuela, es la pregunta que no ha logrado responder el MSP ni la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). En la escuela, que es de tiempo completo, desayunan, almuerzan y meriendan 390 niños.
El miércoles 3 de abril, ANEP, el MSP y la Intendencia de San José detectaron el brote y comenzaron a tomar medidas. La primera: solicitarle a los padres de los niños infectados que no regresaran a la escuela, para prevenir el contagio. La segunda medida fue analizar las muestras de los alimentos que estaban dentro de la heladera, el pan, el agua y la comida del día, así como de las paredes, pisos y mesas de la cocina y el comedor y de los utensilios y la vajilla. “Todo estaba okey, no había ni un patógeno, todo estaba perfecto”, informó Graciela Mozio, directora del Programa de Alimentación Escolar del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) a El Observador.