El candidato presidencial oficialista, Nicolás Maduro, montó su campaña sobre el mayor símbolo político de Venezuela: el apellido Chávez. Y como una simbiosis, la familia del líder fallecido lo aceptó, consciente de que su eventual triunfo le garantiza mantener el poder ganado en los últimos 14 años.
El presidente interino y ex canciller ha agradecido el gesto que lo ubica como uno más de aquella “sagrada familia”, e incluso eligió la casa natal de los seis hermanos Chávez Frías como punto de inicio de su lucha por el sillón presidencial que prometió ganar para prolongar la revolución socialista.
“Yo no soy Chávez, pero soy su hijo”, dijo Maduro desde Sabaneta, la ciudad natal de Hugo Chávez, quien murió el pasado 5 de marzo tras una lucha de casi dos años contra un cáncer. Sentado al pie de un enorme árbol de mango en el patio de la casa donde crecieron los Chávez, Maduro tuvo una conmovedora conversación con los familiares del líder a quien reza, pide fuerzas y nombra cada día en su recorrido por el país para convencer a los venezolanos que voten por él el domingo.
“Nicolás es más, Nicolás Chávez Frías Maduro, es uno de la familia, es el hijo del presidente”, le dijo Narciso, uno de los hermanos Chávez, aceptándolo, sin chistar, en el clan.
Los seguidores de Chávez, favorecidos con decenas de subsidios durante su gobierno, han elevado a su familia a un altar imaginario de incalculable proporción y a su lugar de nacimiento, Sabaneta, la bautizaron como la tierra santa de la revolución socialista.