La ciudad de Sao Paulo tiene una numerosa población italiana y está orgullosa de sus restaurantes italianos. Así que fue una sorpresa cuando algunos de ellos anunciaron que retirarían de sus menús los platos que llevan tomate.
Este inesperado cambio se produjo debido al incremento del precio de los tomates en Brasil en los últimos 12 meses, que un momento llegó al 150%, según estadísticas oficiales.
El impacto de este aumento en los precios no sólo se dejó sentir en los restaurantes, sino también en las cocinas de los ciudadanos, lo que incrementó la presión sobre las autoridades para que frenaran la inflación galopante, un asunto sensible en el mayor país de Sudamérica.
Nadie cree que se esté produciendo un regreso a los malos tiempos de la hiperinflación de la década de los años 90, que llegó al 2.000%.
Pero el pasado fin de semana, el aumento de los precios ocupaba la portada de algunas de las revistas más destacadas de Brasil.
En uno de ellas aparecía el pie de la presidenta Dilma Rousseff aplastando… un tomate.
Bajo presión
El restaurante Nello de Sao Paulo fue uno de los primeros en ocupar titulares con su decisión de sacar los tomates del menú, una medida que anunció en su página de la red social Facebook.
«Lo hicimos para llamar la atención de la gente», según le explicó a la BBC el gerente del restaurante, Augusto Mello.
Siempre hemos pagado alrededor de dos reales (US$1) por un kilo de tomates frescos. Pero los precios han subido y estamos pagando siete reales por kilo, lo que es demasiado, especialmente para un restaurante como el nuestro, que necesita comprar una tonelada al mes».
El aumento del valor de los tomates se debe a diferentes factores.
«Suben de precio por las copiosas lluvias, los altos precios de los combustible, el exceso de demanda y, lo más importante, una reducción del área utilizada para su cultivo», explica Leonardo Machado, analista de la Federación de Agricultura y Ganadería del estado de Goias, el principal productor de tomates de Brasil.
Inflación
Los alimentos son uno de los rubros en los que los brasileños están sintiendo más el aumento de los precios, lo que se ha convertido en un asunto políticamente sensible.
«Ya he quitado los tomates de mi dieta porque no me puedo permitir estos precios», explica Mariliza Leitao, una profesora de música jubilada.
Se han conocido casos de contrabando de tomates desde países vecinos, como Argentina y Paraguay, donde cuestan menos.
Pero, a parte de los factores estacionales, los expertos creen el aumento de los precios de los tomates demuestran que el índice de inflación de Brasil va hacia arriba. En marzo, la tasa interanual se situó en el 6,59%.
Aunque más baja que en otros países emergentes, sigue por encima del objetivo del gobierno del 4,5%.
«Los precios están altos por muchas razones. Por un lado ha habido un aumento de los sueldos y la tasa de desempleo está en niveles históricamente bajos», explica Alessandra Ribeiro, economista de la consultora Tendencias, con sede en Sao Paulo.
«El Banco Central brasileño también ha reducido las tasas de interés, lo que estimula el consumo. Por otro lado, la producción y la inversión cayeron», añade Ribeiro.
«Como resultado de ello, hay un desequilibrio entre suministro y demanda, lo que hace que los precios suban».
Actualmente, la tasa de interés está en 7,25%. Hace una década se encontraba entre las más altas del mundo: alcanzó el 23,5% en 2003.
Sentido del humor
Aunque los analistas esperan que los precios se moderen este año, la inflación sigue siendo un desafío para la presidenta Rousseff, quien se ha propuesto reanimar el renqueante crecimiento económico de Brasil.
«El aumento de la inflación ha disparado las alarmas dentro del gobierno, ya que los votantes de Rousseff son sensibles al empleo y a los precios», asegura Ricardo Ismael, profesor de Ciencia Política de la Universidad Católica de Río de Janeiro.
«Cualquier cambio puede comprometer su reelección el año próximo».
Pero en su lucha contra los precios de los tomates, Rousseff no está sola. Ha recibido el apoyo de su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, quien sigue siendo muy popular, sobre todo entre los brasileños más pobres.
«Una mujer tan experimentada como Dilma no permitirá que un pequeño tomate quiebre una economía y un país cuyos habitantes han aprendido a vivir con una inflación controlada», aseguró Lula durante un reciente evento del gobernante Partido de los Trabajadores.
Muchos brasileños han respondido con humor al aumento del precio de los tomates. Han surgido numerosas páginas de Facebook que les permiten a los ciudadanos decir lo que piensan sobre el que se ha convertido en un producto de lujo.
En una página llamada «Tomate caro» hay fotomontajes y viñetas que se burlan del fruto de la tomatera.
Son bromas que el gobierno brasileño espera que, como el tomate, tengan fecha de caducidad.