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Alfredo Evangelista: un combate eterno con la vida

Un 16 de mayo de 1977 le aguantó 15 rounds a Muhammad Alí y cuatro meses después fue campeón europeo; también fue preso por tráfico de drogas y estafa, venció al cáncer y aún pelea: contra el olvido.

Una casita de chapa. Qué sin televisión, sin agua. Y la primera trompada cuando era apenas un niño: meningitis. Zafó. Y ahí aprendió que la vida lo hizo fuerte.

Alfredo Evangelista nació el 3 de diciembre de 1954 en Villa Española. Antes de que su padre le insistiera en convertirse en boxeador fue lechero, albañil y trabajó en el mercado.

En 1975 el cubano Evelio Mustelier, «Kid Tunero», amigo de Ernest Hemingway y que murió en la miseria en 1992, lo llevó sin papeles a España donde debutó en Madrid. Al año le ganó por nocáut técnico a Urtain, un renombrado pesado español que se suicidó en 1992 acosado por las deudas.

El 16 de mayo de 1977 tomó un avión. Martín Berrocal, su manager, le dijo que iban a París. Evangelista sonrió pensando en su añorado combate por el título europeo. Ya se había nacionalizado español. Pero el destino era Estados Unidos y el rival Muhammad Ali, con el título mundial de Consejo y Asociación Mundial en juego.

Era la novena defensa de los títulos que Ali había ganado ante George Foreman en Kinshasa, en 1974.

Alí entonces ya no aleteaba como una mariposa pero picaba como una abeja, como bien dice el documental Fuera de Combate, sobre Evangelista y el español Perico Fernández, un boxeador por el que sus amigos hicieron un juramento para evitar que muera «en un coche abandonado».

«En esta pelea por momentos le combatió de igual a igual», dice César Jones Mazaite en su libro «Historia del boxeo uruguayo». También agrega que el combate fue «aburrido e intrascendente» y que Ali no hizo mucho por hacerlo bonito.

«¿Sabés lo que es pelear con él? Es pelear con Dios. Si yo peleé con Clay, peleo con cualquiera», dice Evangelista en el documental Bichuchi de Aldo Garay. Cuatro meses más tarde noqueó al francés Lucien Rodríguez y se coronó campeón europeo.

Después otros boxeadores que atravesaban entonces su mejor momento lo maltrataron: Larry Holmes en 1978, Leon Spinks en 1980 o Greg Page en 1981.

Pero igual eran tiempos de bonanza. Solo en 1980 ganó más de 100 mil pesetas. «No lo administré bien. Pero todo fue culpa mía», le dijo a As en diciembre del año pasado.

Y así comienzan a escribirse las tragedias de los boxeadores. «Todo el mundo se acercaba para vivir de uno», dice la ronca voz de Evangelista en el documental español.

Lo peor llegó tras el retiro. Evangelista no pudo esquivar esos golpes. José Laurino, en su libro «Boxeo corrupto» recopila notas de prensa de la caída del ídolo.

El Día cuenta que Evangelista robó la tarjeta de crédito de una vecina y realizó compras por un valor de US$ 4.400.

La policía no tuvo que trabajar mucho para detenerlo. Lo encontraron en la plaza Dos de Mayo. «A las cinco y media de la madrugada, un hombre corpulento de pelo negro y lacio tocaba el claxon de su vehículo sin parar y sin mover un músculo de su rostro». Le incautaron 30 gramos de cocaína.

En 1994 le dieron ocho años y estuvo cinco recluido en la cárcel de Carabanchel.

Laurino también menciona una nota del diario noruego Aftenposten que en 1986 informó que la pelea entre Evangelista y Steffen Tangstad fue arreglada y que el uruguayo percibió US$ 6.000 a cambio del arreglo. El diario Mundo Deportivotambién recogió en setiembre de ese año la información.

Después de la cárcel, Evangelista venció un cáncer de vejiga que le hizo bajar 40 kilos durante el tratamiento. Hoy vive en familia en España. (El Observador)