El telón se abrió y el último actor apareció en escena. Xbox One fue presentado por el director Microsoft y con ello el festival de los videojuegos dio inicio de nuevo.
Aunque en esta ocasión el festival tiene poco de festivo. Los actores no se quieren, sus obras se parecen demasiado y el público tiene enfrente una cartelera muy llena y un bolsillo muy vacío.
La octava generación de las consolas de videojuegos intenta aferrarse a un mundo que ya no es lo que era y a otro que todavía no se establece.
La primera generación de consolas que surgió en los años setenta se enfrentó a un mundo de innovación. Nintendo Color TV vendió en Japón cerca de tres millones de dispositivos. Coleco Telstar logró embolsarse la venta de un millón de estas consolas.
Su premisa era simple: conectar el aparato a una televisión y empezar a jugar títulos sencillos y prácticos con los que toda la familia pudiera entretenerse.
Saltemos seis generaciones y descubriremos que el panorama cambió enormemente. Muchos de los protagonistas de antaño se retiraron de los escenarios. Nombres como Atari o Sega cedieron su lugar a sangre fresca. Otros veteranos como Nintendo siguen intentando.
La séptima generación de consolas de videojuegos trajo consigo una camada de juegos de alta resolución gráfica, los juegos familiares y sociales (como antaño), los primeros pasos en la industria del entretenimiento y la llegada del Blu-ray.
También dejaron tras de sí una estela de dinero con más de 260 millones de consolas de videojuegos vendidas alrededor del mundo.
Y tras una prolongada espera, seis años después, la octava generación ha sido anunciada.
PlayStation 4 de Sony y Xbox One de Microsoft completan el círculo que comenzó a trazar Wii U de Nintendo hace unos meses.
Lo interesante es que, al menos en el papel, son las máquinas de Sony y Microsoft las que lucen como las que encabezarán esta nueva ola. Nintendo, que apuesta más por el mercado familiar, probablemente no venderá tantas consolas como lo hizo con la primera Wii.
¿Y quién ganará entonces? El pronóstico es reservado porque tanto PS4 como Xbox One lucen increíblemente similares en lo que a sus especificaciones técnicas (memoria, procesador arquitectura) se refiere. Cabe esperar entonces que la diferencia en sus libretos se dará de la mano de los accesorios (Kinect, Dualshock4) y su software.
Microsoft apuesta, por ejemplo, por herramientas como Skype con videollamadas en grupo dentro de la consola, en tanto que Sony cree que Remote Play (que permite jugar en la nube y transmitir nuestras acciones) le ganará más audiencia.
Una de las cosas más interesantes es que el Blu-Ray se impuso como el medio óptico de todas las consolas, después de que en la pasada generación sólo Sony apostara por él. Adiós DVD, hasta la vista DVD-HD.
Pero más allá de las intenciones de los consagrados artistas del pixel, lo cierto es que su auditorio ya no es lo que solía ser. A él han llegado una multitud de dispositivos móviles con apps, juegos gratuitos o muy baratos y cada vez con mejor resolución.
Además también han llegado carpas de aficionados, sociales como redes, en las que la gente juega en grupo. La consola, pegada a una televisión, inamovible, enfrenta nuevos desafíos.
Sin embargo, la paradoja es que es la televisión la que parece estar dispuesta a salvarla.
La máquina de juegos digitales se está transformando en un poderoso centro de entretenimiento. Se puede jugar, por supuesto, pero también se puede comprar películas, ver series de televisión, acceder a YouTube, Netflix, Hulu, BBC iPlayer, MUBI y diferentes monerías dependiendo del país en el que uno se encuentre.
La consola de videojuegos ha decidido que sí va a ser inamovible, holgazana, va a serlo con estilo desplomada en el sofá frente a una pantalla de alta definición.
La televisión, una vez más (ver la Fábula de las Cuatro Pantallas), muestra su vigencia.
Sin embargo, aún falta conocer algunos detalles de las producciones que Sony y Microsoft preparan. Con excepción de Wii U que arrancó en un modesto circuito teatral hace unos meses, por ahora los grandes actores han mostrado sólo parte de su vestuario, fragmentos de sus libretos e innumerables promesas de sueños.
Nada sabemos aún del precio de las entradas ni de la fecha del estreno. Los actores, tras bambalinas, aún están celándose.
Que se levante el telón. (David Cuen, BBC)