Comunicado de Prensa
Por Daniel Bianchi
La mortalidad por siniestralidad vial en nuestro país volvió a incrementarse durante el año 2013, de acuerdo a datos aportados este martes por la Unidad Nacional de Seguridad Vial (UNASEV), y la tasa de fallecidos se ubicó en 16,5 cada 100.000 habitantes.
De tal manera, Uruguay se ubica por encima del promedio en América Latina y el Caribe, que es de 16 muertes cada 100.000 habitantes y muy por encima de los países con mayores índices de desarrollo, donde la tasa es de 5 muertes cada 100.000 habitantes.
Según las cifras aportadas por el organismo, el número de lesionados por esa causa fue de 30.498 el año pasado, 567 de los cuales fallecieron, mientras que en el año 2012 los lesionados habían sido 28.381.
Mientras tanto, en lo que va del año 2014 ya han fallecido 51 personas, 27 de ellas en jurisdicciones departamentales (es decir, en pueblos y ciudades) y 24 en jurisdicción nacional, esto es, en rutas de todo el territorio nacional. De los fallecidos, casi la mitad se trasladaba en moto (47,1%) y la mayoría tenía entre 15 y 44 años de edad prevaleciendo las víctimas masculinas, el 41,2% se trasladaba en autos y camionetas, y el 10,7% restante en bicicleta, caminando o en camión, siendo los domingos y los sábados los días más trágicos.
De los diecinueve departamentos, Colonia se ubica en sexto lugar detrás de Florida, San José, Maldonado, Paysandú y Rocha, con una tasa de mortalidad del 21,8%, muy superior a la media nacional. Evidentemente, algo no se está haciendo bien.
Las cifras deben llamarnos a reflexión. Pero más allá de eso, deben movilizarnos como sociedad no sólo a respetar la normativa vigente, sino a integrarnos, participar y a proponer ideas y soluciones para derribar estos números cuya verdadera dimensión sólo puede ser comprendida en su trágico alcance por quienes han sido víctimas de un siniestro vial o han visto a sus familiares o amigos morir o quedar lesionados permanentemente como consecuencia de uno.
Más allá del importante papel que para combatir este flagelo debe desempeñar la sociedad, cierto es que estabilizar las cifras, para luego abatirlas -y hacerlo rápidamente- es responsabilidad común a varios protagonistas estatales.
Uno de ellos es el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), que esta semana lanzó una campaña de seguridad vial visualmente muy impactante. Se trata de tres piezas televisivas muy bien logradas que representan desastres naturales que se abaten sobre Montevideo: un tsunami sobre la rambla, un terremoto en la Plaza Independencia y el cerro de Montevideo entrando en erupción. Dejando de lado la visión esencialmente centralista de la pauta publicitaria, el objetivo de la misma es que la gente compare el saldo de fallecidos en Uruguay por siniestros de tránsito con el producido por desastres naturales en otros lugares del mundo, apuntando a la importancia de respetar las normas.
Otro de ellos, es la UNASEV, cuyo Plan de Acción para el presente año no parece ser demasiado ambicioso, ya que sus principales objetivos son no superar los 22.000 siniestros con lesionados (heridos y fallecidos), y no superar los 500 fallecidos. El organismo dijo, sin embargo, tener “decenas” de medidas previstas, entre las cuales se cuentan tres que deberían haberse implementado hace ya largo tiempo, como son identificar puntos críticos para el tránsito en rutas y ciudades, mejorar la respuesta del Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME) y crear, junto con el Ministerio del Interior, la Policía Nacional de Tránsito.
Reconociendo, como punto de partida, que no hay medidas mágicas para abatir la siniestralidad, debe admitirse también que estabilizar las cifras no es suficiente, y que se requiere una estrategia mucho más profunda.
Pero la instrumentación de políticas y protocolos que permitan disminuir los factores de riesgo y, por consiguiente, la siniestralidad, no es tarea exclusiva del Gobierno Nacional, sino también de las intendencias departamentales, quienes constituyen el tercer protagonista.
Y Colonia ha fracasado rotundamente en esa materia.
En efecto, la anarquía vial es posiblemente en la actualidad, junto con la recolección de residuos y con la mala calidad de las escasas obras, uno de los problemas más graves que enfrenta el departamento, como resultado de la falta de políticas de Tránsito, de carencia de personal inspectivo, y de displicencia en la fiscalización de leyes y ordenanzas vigentes.
Las transgresiones en Colonia son similares a las de otros departamentos, pero la aceptación de la normativa vial y el respeto a la figura del inspector, es lamentablemente muy bajo. Los eventuales controles realizados en la vía pública demuestran que, igual que en el resto del país, el consumo de alcohol por parte de los conductores es uno de los principales problemas, y los resultados positivos de las espirometrías se incrementan significativamente los fines de semana (del 3% al 8%, promedialmente, aunque en el presente mes de enero trepó en algunos casos al 24%). El uso del casco se ha naturalizado en varios departamentos, entre ellos Rivera, Salto, Artigas, Río Negro y Maldonado, pero en Colonia -con la sola excepción de la capital departamental- su aceptación es muy menor, mientras que la utilización del cinturón de seguridad aún no ha logrado incorporarse al hábito de los conductores.
Es claro que las carencias y las fallas en materia de seguridad vial son muchas, y la falta de una hoja de ruta a la que apegarse, es innegable.
Pero lo que nunca parece ser suficiente son las personas que diariamente se lesionan o pierden la vida en una calle o una ruta por una u otra razón.
Y es una lástima que la desidia y la incompetencia continúen segando vidas.