Nota de Prensa – Opinión
Por Daniel Bianchi
Las Elecciones Internas del pasado domingo 1º de junio con seguridad fueron valoradas más respecto a los candidatos presidenciales que finalmente resultaron electos que a aquellos otros que resultaron seleccionados Convencionales Nacionales y Departamentales y que, como tales, se convirtieron constitucionalmente en las nuevas autoridades de sus respectivos partidos.
En el marco de elecciones primarias de carácter no obligatorio para los votantes, la expectativa, claro, estaba casi exclusivamente centrada en la única contienda interna que mostraba cierta competitividad, la nacionalista, aunque luego la realidad demostrara las nada sutiles equivocaciones de las empresas encuestadoras respecto no sólo a esa interna, sino a todas las demás.
Restará ver, ahora, si los candidatos a la Presidencia de la República son capaces de mantener viva la llama en los militantes que trabajaron y se comprometieron -pocos, lamentablemente, si dejamos afuera a aquellos que trabajaron a cambio de alguna prebenda, incluso en metálico- y si con vistas a la Primera Vuelta de las Elecciones Nacionales, el próximo mes de octubre, tendrán la habilidad de ser diligentes, de interpretar el mensaje de los ciudadanos y de preservar intacta la expectativa que infundieron a sus votantes, de manera de amparar y consolidar el revelador cambio que quedó de manifiesto al conocerse el resultado de las Internas. Lo que es, ni más ni menos, que apostar por la renovación respaldando, o en su defecto, ayudando al crecimiento de los candidatos más jóvenes, tal el caso de Constanza Moreira y Raúl Sendic en el Frente Amplio, de Luis Lacalle en el Partido Nacional y de Pedro Bordaberry en el Partido Colorado.
Inevitablemente algunos de los candidatos que comienzan la actividad política cuentan con un respaldo adicional desde sus inicios, sea porque provienen de familias con un profundo arraigo en la actividad política, porque cuentan con un respaldo económico importante o porque concentran en torno de ellos a otros actores políticos de relevancia. Forman parte de la histórica y tradicional inmovilización de la política vernácula. Y es válido.
Otros, apenas cuentan en sus inicios con un exiguo respaldo electoral y carecen de relevancia en la actividad política, a pesar de lo cual inesperadamente logran posicionarse, casi siempre con llamativa rapidez, como candidatos de fuste, ya sea por su mensaje simple y comprensible, por su carisma o por su empatía con la gente.
No es todo, claro. Los Programas de Gobierno detallados, expuestos y sobre todo que incluyan lo que los ciudadanos reclaman pero además en términos claros, son esenciales si lo que se pretende es construir una alternativa con serias posibilidades. Y ello significa no sólo ganarse un espacio en la interna partidaria, sino, además, mutar hasta transformarse no sólo en un candidato seguro, sino, además, idóneo, competente y capacitado al punto de ser capaz de vencer, incluso, al postulante del oficialismo.
Las Elecciones Internas dejaron en evidencia que la ciudadanía está más allá, mucho más allá, de las antiguas ideologías, aquellas “Derecha” e “Izquierda” que aún hoy algunos se resisten a dar por fenecidas aunque la tozuda realidad hace ya casi un cuarto de siglo les demuestra, un día sí y otro también, que los componentes doctrinarios han sido sustituidos por sistemas económicos que responden, las más de las veces, a lo que se vislumbra como la capacidad de realización y ejecución de los candidatos. Y aún más allá, como la tarea incansable, activa y emprendedora de esos candidatos en contraposición de la estática, pasiva y apática tarea que han caracterizado los últimos años de gobierno y que muchos rechazan.
De la misma manera que rechazan el estilo político del enfrentamiento, de la ironía, de la mordacidad, de la falta de respeto hacia el ocasional adversario, de la burla, del desprecio y la soberbia, al tiempo que reclaman una tendencia reflexiva, modesta, inclinada mucho más hacia el diálogo que hacia la controversia. Los tiempos han cambiado.
Y parecería que el enfrentamiento entre partidos que enarbolaban la doctrina de la pugna y la confrontación -no sólo entre los candidatos, sino también entre los ciudadanos- ha cansado a la gran mayoría de los uruguayos y, poco a poco, va quedando atrás.
Ese ha sido, tal vez, uno de los mensajes más claros emanados de las urnas el pasado domingo 1º de junio. Aunque por supuesto, no el único.