Ya el Ururguay ha dejado de ser aquel país donde nunca pasa nada y dónde era común el comentario, «…esas cosas aquí no pasan por suerte».
Tan paraíso esto no es”, dijo a El Observador el licenciado en ciencias meteorológicas Gustavo Necco.
El evento que azotó el miércoles pasado a las localidades de Chamizo (Florida) y San Ramón (Canelones) fue una corriente de aire microdescendente (puesto que se produjeron daños en un área menor a cuatro kilómetros de longitud) asociada directamente a una nube de tormenta. El jefe técnico del Centro Nacional de Análisis y Predicción, Jorge Nusa, lo explicó así: “Era una cortina de agua con descendentes que iban arrastrando cosas a nivel de superficie”.
En Chamizo se volaron los techos de tres fincas y dos galpones que, según el funcionario del Comité Departamental de Emergencia de Florida, quedaron “totalmente aplastados”. Y agregó: “Fueron cuatro o cinco minutos en los que los vecinos la vieron bastante fea”. En San Ramón se registraron daños en 20 casas y cayeron varias columnas de alumbrado público.
Aunque el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) no había concurrido al lugar al cierre de esta nota –visita que se esperaba realizar entre viernes y sábado (hasta 72 horas después de la tormenta)– Nusa indicó que es probable que las rachas de viento hayan superado los 100 kilómetros por hora. No se tiene un registro formal, pues no hay una estación meteorológica en esa zona, pero tampoco se tiene la capacidad tecnológica para prevenir una realidad meteorológica del país: “Esta zona es considerada la segunda de formación de tornados del mundo”.