Nota de Opinión
Por Gabriel Gabbiani
El principal teórico de la teoría comunista, Karl Marx (1818-1883), tuvo una vida personal marcada por el estudio permanente de las distintas corrientes del pensamiento, en particular la Historia y la Filosofía.
Ello, paradójicamente, lo llevó a que, mientras gastaba ríos de tinta en escribir sobre el trabajo y la situación de los trabajadores, trabajara poco y nada sin lograr, consecuentemente, estabilidad económica, por lo que a lo largo de su vida sobrevivió -tal como lo muestra la correspondencia mantenida entre ellos- merced al incondicional apoyo financiero de su fiel amigo y colaborador Friedrich Engels (1820-1895), coautor con él de obras fundamentales para el nacimiento de los movimientos socialista, comunista y sindical.
Marx había señalado en una cita en 1844 en un periódico que él mismo editaba, comentando la publicación “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”, que “la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio de los pueblos».
Uno de los actuales seguidores de Marx es Terry Eagleton, un escritor y crítico literario inglés. Nacido hace casi 72 años en el seno de una familia obrera y católica, su pensamiento está firmemente anclado -en el más riguroso de los sentidos- en la teoría marxista, y en ese sentido, admite haber pasado de la teoría a la práctica militando en una agrupación con esa orientación.
Fue él quien mientras se llevaba a cabo la Copa Mundial FIFA Sudáfrica 2010, parafraseando a Marx, escribía en “The Guardian”, bajo el título “Fútbol: un querido amigo del capitalismo” que la Copa Mundial es un nuevo revés a cualquier cambio radical, y que el opio del pueblo es ahora el fútbol.
“Si cualquier fundación intelectual derechista tuviera que dar con un esquema capaz de distraer al populacho de la injusticia política y compensarlo por una vida de durísimo trabajo, la solución siempre sería la misma: fútbol”, advierte Eagleton.
Analizando al inglés, se interpretaría que el fútbol es una suerte de anestesia para la sociedad, y que en un evento de importancia mundial o continental se pueden enunciar malas noticias, realizar anuncios antipáticos, dar a conocer aumentos de impuestos, demorar reformas, mantener a raya a los sindicatos y suspender y hasta hacer desaparecer las demandas ciudadanas. Dicho de otra manera, el fútbol aletarga -o embobece, si lo prefiere- a la sociedad. Y cierto es que algunos gobernantes, a lo largo de las épocas, lo entendieron así.
Pero las réplicas no se hicieron esperar, y de inmediato se le recriminó haberse atrevido a proclamar semejante desatino, valorando que el mismo era una prueba más de su alejamiento de la realidad.
Y es que, inexplicablemente, al tiempo que defiende su teoría, Eagleton se contradice señalando que “las sociedades modernas niegan a los hombres y a las mujeres la experiencia de la solidaridad, experiencia que el fútbol proporciona hasta el extremo del delirio colectivo”. Y vuelve a contradecirse admitiendo que “el fútbol amalgama talento individual deslumbrante y abnegado trabajo colectivo, resolviendo así un problema sobre el que los sociólogos han venido devanándose los sesos desde tiempos inveterados”.
El fútbol, la economía y la sociedad
Es bueno, más allá de las pasiones que despierta el futbol, ver cómo ese deporte incide en la economía de un país.
Una de las mayores críticas que se le realizó a la Eurocopa 2004 en Portugal fue que la deuda contraída para la construcción de estadios infló el déficit, y que luego resultó más barato demolerlos, que mantenerlos. Y para la Eurocopa 2012, en Polonia, las deudas contraídas fueron enormes, y si bien la infraestructura se utiliza también para conciertos musicales y ferias internacionales, generar rentabilidad no es cosa fácil, máxime en un país donde faltan escuelas, viviendas, guarderías, hospitales, teatros y transporte público.
No obstante, las inversiones tienen una importancia decisiva a la hora de construir, ampliar y modernizar la infraestructura (aeropuertos, puertos, carreteras, autopistas, puentes, trenes y, por supuesto, estadios), y esa importancia es más evidente cuando esa organización es llevada adelante por un equipo equilibrado y honesto, que señala en qué invertir y cómo, de cara al futuro.
Y de tal manera, invirtiendo bien, lejos de haber más impuestos, podrá haber un más racional endeudamiento, lo que en el mediano plazo redundará en un mayor gasto social, mejores políticas públicas de vivienda y en un mayor derecho a la participación en la gestión de las ciudades, que es lo que todos reclamamos.
Cierto es que el fútbol profesional es un enorme negocio, y no siempre sacrosanto. Nadie lo puede dudar. Lo confirman las cifras que se mueven alrededor del “rey de los deportes”, que es considerado actualmente la decimoséptima economía mundial.
Vibrar por la camiseta no idiotiza
Este miércoles, al momento de escribir esta nota, daba inicio el 27° Campeonato Sudamericano de Selecciones Sub 20 “Juventud de América”, tercero que se celebra en nuestro país y segundo que se celebra en nuestro departamento (el anterior fue en 2003) y que definirá los cupos de la CONMEBOL para el Mundial Copa FIFA que se llevará a cabo entre el 30 de mayo y el 20 de junio en Nueva Zelandia.
El torneo se juega en dos series de cinco selecciones cada uno, clasificando para el hexagonal final que se disputará en Montevideo los tres primeros equipos de cada una. El Grupo A se disputa en Colonia del Sacramento, en el Campus Municipal “Profesor Alberto Supicci”, siendo las selecciones que animarán el grupo buscando el pase a la ronda final las de Argentina, Paraguay, Ecuador, Perú y Bolivia.
Por su parte, el Grupo B disputará su serie clasificatoria a partir de este jueves 15 en el Campus Municipal “Domingo Burgueño”, de Maldonado, con la animación de los seleccionados de Uruguay, Brasil, Colombia, Chile y Venezuela.
Como departamento, Colonia está lejos de llegar en condiciones óptimas, más allá de la buena disposición del Comité Organizador local y de las acciones emprendidas por las Cámaras Gastronómica, Hotelera y Turística, que hicieron ingentes esfuerzos para que, en esos rubros, Colonia llegara al evento con una oferta amplia, razonable y variada de buenos servicios.
Porque hay cosas que no fueron resorte de los mencionados: el mal estado y lo exiguo del espacio de la Terminal de Ómnibus, las rutas nacionales de acceso a la capital departamental, la vialidad urbana, el estado de suciedad de nuestras playas y el propio estado del Campus Municipal -cuya refacción, ampliación y adecuación de conformidad con los eventos internacionales habíamos reclamado a la Intendencia a mediados del año 2011 y reiterado en julio del 2014, en exposiciones realizadas en la Junta Departamental- para poner en condiciones el cual la Intendencia de Colonia comenzó las tareas hace apenas un mes, son algunas de las irregularidades que debieron ser subsanadas, en tiempo y forma, por parte de las autoridades gubernamentales.
Más allá del éxito que sin dudas tendrá este torneo y del buen resultado que no dudamos tendrá para la economía del departamento de Colonia, debe admitirse que si los laureles llegan será sin dudas merced al esfuerzo, al trabajo y al sacrificio del sector privado, porque a todas luces han fallado, y en gran manera, el Gobierno Nacional y la Intendencia de Colonia.
Como decíamos hace tres años y medio, el fútbol lejos está de ser el opio de los pueblos, sino que por contrario crea miles de empleos directos e indirectos (futbolistas, directores técnicos, entrenadores, masajistas, gerentes deportivos, representantes, dirigentes, periodistas, medios de prensa, agencias de publicidad, empresas de indumentaria deportiva, juegos informáticos, y un gran bastidor de empresas que giran o se relacionan con él), aporta miles de millones de dólares a la economía, y mueve miles de millones de dólares por publicidad, pases de jugadores, juegos de azar, regalías y demás.
Por ello, hablar de abolirlo, como señala Eagleton, es francamente ridículo.
Lo que se debe hacer, por el contrario, por estas latitudes es tomárselo en serio y pensarlo no sólo como un deporte formativo, sino también como una fuente de ingresos de divisas y, claro está, como un noble entretenimiento. Aunque durante la organización o el transcurso de un torneo internacional nos enteremos del arbitrario manejo de las tarifas públicas convertido en un ajuste fiscal mal disimulado, en particular atendiendo a la «mini-rebaja» en el precio de los combustibles anunciada por ANCAP (no sólo demorada sino además menor de lo esperada considerando que el precio del barril de crudo es uno de los más bajos de los últimos tiempos, cerrando a US$ 46,59 cuando la referencia en la paramétrica se mantiene en US$ 60) y al incremento de las tarifas de energía eléctrica (UTE) en un 7%, cuando el ajuste debería ser sensiblemente inferior.
Todos tomamos cuenta de cada anuncio público que, encubierto o no, se realiza. No vivimos en el limbo. Vibrar por la camiseta no idiotiza.
Al fin y al cabo, admitámoslo: si desde esta semana no estuviéramos viviendo el Campeonato Sudamericano Sub 20 y alentando a la Celeste, probablemente los teóricos no hubieran sabido cómo llamar nuestra atención.