Comunicado de Prensa
Partido Colorado – Colonia
Con el nombre de “Julio César Grauert” los ediles del Partido Colorado, Gustavo Torres y Gabriel Gabbiani (S), plantearon denominar a la actual calle “Viena” de la ciudad de Juan Lacaze, en homenaje al periodista, abogado y político uruguayo que diera su vida en defensa de las instituciones democráticas.
Al respecto, el edil departamental (S) Gabriel Gabbiani, autor de la iniciativa, señaló que “esta idea tiene por objeto evocar y rescatar del sepulcro del olvido y la indiferencia a una figura histórica de incuestionables virtudes que, de haber sido un símbolo, con el paso de los años ha ido quedando relegado entre el silencio y el desinterés, y que, sin embargo, es junto a Baltasar Brum el modelo de lucha contra la opresión y la tiranía en suelo uruguayo”.
“No es sencillo evocar la figura de aquel joven abogado, revolucionario legislador, de enorme sensibilidad que fue Julio César Grauert, quien supo ver el dolor de los oprimidos, de los más desprotegidos, y procuró encontrar las herramientas para modificar y transformar esa realidad llegando al extremo de entregar su vida en defensa de las instituciones democráticas. Pero hay que intentarlo. Hasta ahora han sido otras manos las que se han arrogado el derecho a levantar las banderas de los postulados que él defendiera, y por eso es nuestro deber redescubrir a Grauert y reinstaurarlo en el escenario de la Historia como el paradigma de la lucha contra la arbitrariedad, el ultraje, el abuso y la injusticia. Este proyecto apunta a ello”, finalizó Gabbiani.
El texto del proyecto de Decreto es el siguiente:
Colonia, 10 de junio de 2015.
Señor Presidente de la Junta Departamental
Don Fredis Antúnez
Presente.
De conformidad con el Inciso 31 del Artículo 19 de la Ley Nº 9.515 (Ley Orgánica Municipal) corresponde a esta Junta Departamental la determinación de la nomenclatura de las calles y la modificación de la misma.
Atendiendo a lo expresado, los suscritos remiten a esa Corporación el proyecto adjunto, para consagrarle al recuerdo del Dr. Julio César Grauert una calle en la ciudad de Juan Lacaze.
Exposición de motivos
Nacido el 13 de noviembre de 1902 en Montevideo, Julio César Grauert fue un dirigente gremial estudiantil, abogado y político uruguayo, mártir de la Democracia.
Mientras cursaba sus estudios, en 1918, tuvo lugar la denominada “Reforma de Córdoba”, una reforma universitaria que, bajo la conducción de Deodoro Roca y otros dirigentes estudiantiles, dio inicio ese año en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), extendiéndose a las demás universidades del país, primeramente, y de América Latina después. La mencionada transformación dio origen a una nueva forma de activismo estudiantil, que logró nuclear a estudiantes de distintas corrientes ideológicas que defendían la autonomía universitaria, el cogobierno, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición, entre otros puntos.
En ese marco, Grauert bien pronto sobresalió como un elocuente orador y líder en las luchas estudiantiles, y junto a otros estudiantes fue figura principal en la fundación de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) el 26 de abril de 1926, año en que obtuvo su título de Abogado con excelentes calificaciones. Mientras cursaba sus estudios, escribió un libro de Pedagogía titulado «Los Dogmas, la Enseñanza y el Estado», considerado históricamente un baluarte de la laicidad que ha caracterizado al Estado uruguayo, y expresamente valorado durante varias décadas en el «Instituto de Profesores Artigas” (IPA).
Militante del Partido Colorado, participó enérgicamente en la Convención del mismo despertando la atención de Don José Batlle y Ordóñez y de dos de sus principales colaboradores, nada menos que Don Domingo Arena, abogado, periodista, escritor y político uruguayo de origen italiano, y Don Justino Zavala Muñiz, político, periodista, historiador, novelista y dramaturgo, ambas destacadas figuras del Batllismo.
Acercado a ese grupo político, el propio Batlle y Ordóñez y Domingo Arena promovieron la candidatura de Grauert a la Asamblea Representativa de Montevideo (actual Junta Departamental) llegando a ser su presidente en 1927. Al año siguiente fue electo diputado por Montevideo e ingresó al Parlamento Nacional. En la Elección de 1931 fue reelecto diputado por su propia agrupación, “Principismo Batllista Avanzar”, identificada con la Lista 123.
Desde el Poder Legislativo proyectó y promovió el Seguro de Desempleo y el Seguro de Maternidad en el Uruguay, y propuso el Colegiado Integral -que ya el propio Batlle y Ordóñez defendiera mucho tiempo antes, desde 1916-, los talleres para los empleados del puerto montevideano, la vivienda obrera, un seguro médico integral para los operarios de las fábricas, trabajó mucho por el Magisterio, y planteó varios proyectos en defensa de los obreros, de los explotados del campo y otras iniciativas de índole social, que no pudieron cristalizar debido a la disolución de las Cámaras.
En efecto, el 31 de marzo de 1933, José Luis Gabriel Terra (1873 -1942), abogado y desde 1931 Presidente constitucional de Uruguay, dio un golpe de Estado, disolvió el Parlamento, cesó en sus cargos a los integrantes del Consejo Nacional de Administración, censuró a la prensa, y suspendió la Constitución de 1918. Daba así inicio un período conocido como “la dictadura de Terra”, que se caracterizaría por su carácter conservador, autoritario y antiliberal, que conculcó las libertades civiles y democráticas y se extendió hasta 1938, no sin promover en 1934 la promulgación de una nueva Constitución de carácter presidencialista, para poder ser electo Presidente constitucional para el período 1934-1938, desempeñando el mando hasta el 19 de junio de 1938.
El mismo 31 de marzo de 1933 dieron inicio las amenazas, acosos, persecuciones y detenciones políticas. Ese mismo día, el ex Presidente de la República y en ese entonces consejero de la República, Baltasar Brum, instó a los dirigentes batllistas a resistir el Golpe de Estado, y se atrincheró en su casa particular dispuesto a rechazar a la policía cuando ésta fuera a arrestarlo. Mientras aguardaba un levantamiento popular contra la dictadura -que nunca llegó- en protesta por el quiebre institucional disparó su arma contra su corazón dándose muerte, en lo que siempre se vio como un símbolo de la resistencia a la dictadura y un sacrificio por la Libertad.
Grauert, al igual que Brum, desplegó un resistente antagonismo a la dictadura. Ese 1933 se cumplían 4 años del fallecimiento de Don José Batlle y Ordóñez, por lo que varios dirigentes batllistas organizaron actos de homenaje al extinto líder reformador en todo el país. El 23 de octubre, en el viejo Teatro “Escudero”, de la ciudad de Minas (Departamento de Lavalleja), desbordado de público, tuvo lugar un importante y conmovedor acto en memoria de Batlle. Su figura, su mensaje y su recuerdo fueron el eje de la convocatoria, si bien es cierto que durante el mismo no faltaron muestras de rechazo a la novel dictadura. Los disertantes fueron María Inés Navarra, Federico Capurro Calamet, Carlos Massiotti Silveira y Aldo Ciasullo, pero tres ex legisladores batllistas expulsados del Parlamento por la dictadura de Terra, Pablo Minelli, Juan Francisco Guichón y el propio Grauert, se erigieron en los principales oradores de un acto que fue calificado como una reunión apasionada, pero sin incidentes, ya que si bien las exposiciones de los tres fueron vehementes e inflamadas de amor por la Libertad, en ningún momento incitaron a la violencia sino que, antes bien, convocaron a una resistencia pacífica.
Pero el gobierno de facto hizo una lectura distinta. Aseguró que la verdadera finalidad de la reunión era la de enardecer, incitar e instigar a la rebelión, por lo cual dispuso que, a su regreso a Montevideo, los dirigentes batllistas fueran detenidos. Grauert, temiendo precisamente la represión policial, cambió de auto con el Dr. Aldo Ciasullo, quien se trasladó a otro vehículo que circulaba más atrás.
Poco después de la medianoche, la Policía rodeó e impidió la salida de los vehículos en que se trasladaban. Tras la obstrucción de las fuerzas policiales, los dirigentes aguardaron durante horas la posibilidad de una solución que, en teoría, se estaba negociando telegráficamente con Montevideo.
Amanecía cuando se los autorizó a emprender la marcha custodiados por vehículos policiales, pero los activistas tenían claro que se trataba de una tregua, no del fin de la batalla. Varias veces fueron interceptados por la Policía, entre otras a la salida de Minas y en Solís. Y la batalla recrudeció cuando los automóviles en que viajaban los dirigentes y correligionarios, cerca de las 07:00 hs., fueron interceptados por efectivos policiales de Montevideo, Canelones y Lavalleja a la altura del km 35 de la vieja carretera a la ciudad de Pando.
En medio de un confuso tiroteo, y con la utilización de motocicletas blindadas y gases lacrimógenos por parte de la Policía, el vehículo en que viajaban Grauert, Guichón y Minelli, conducido por éste, fue acribillado a balazos con fusiles Mauser. Minelli salio del coche y se tiró a la cuneta, donde quedó desvanecido por los gases, que le produjeron una afección bronquial que ya no lo abandonaría hasta su muerte, Guichón fue herido de un balazo en el codo derecho, que resultó fracturado, en la cadera y en el pie derecho, mientras que Grauert fue herido en ambas piernas, pies y en el brazo derecho. La Policía utilizaba balas explosivas que producían profundos desgarros al penetrar en el cuerpo. Trasladados en inadecuadas y vergonzosas condiciones sanitarias a un sucio calabozo de la Comisaría de Pando, fueron obligados a dormir en el suelo y abandonados a su suerte.
Grauert se mostraba optimista, seguro de sí mismo, y estaba convencido que la sangre derramada mancillaría a la dictadura y estimularía la reacción popular. Pero mientras tales pensamientos ocupaban su mente, veía como la herida en un muslo que en principio no revestía gravedad, se gangrenaba poco a poco. Habiéndosele negado la asistencia médica, el 26 de octubre, a las 04.30 hs. de la madrugada moría desangrado y por la consecuencias de una gangrena gaseosa. Tenía tan sólo 30 años de edad y una carrera política, profesional y periodística deslumbrante, y dejaba en la soledad a su joven viuda de 24 años y a sus dos hijas de 3 y 4 años.
Intentando fundamentar su actuación, la Policía adujo que los dirigentes políticos habían disparado con armas de fuego y que los agentes sólo repelieron el ataque, pero la suma de contradicciones entre los distintos estamentos policiales fue tan absurda, que finalmente el gobierno optó por guardar silencio. De hecho, a lo largo del tiempo ambas partes estuvieron aportando versiones contradictorias de los sucesos, pero lo cierto es que Grauert no tenía armas ni sabía manejarlas. La mala impresión causada por la Policía intentó velarse a través de un comunicado policial, pero éste, apresurado y erróneo en varios de sus términos, no hizo más que aportar más incertidumbre. El sumario iniciado poco después por el Ministerio del Interior arrojó más dudas que certezas, y así, envuelta en la verborrea y la locuacidad, la responsabilidad oficial pareció quedar a salvaguarda.
Las autoridades jamás creyeron que el cortejo fúnebre que acompañaría a Grauert hasta el Cementerio Central sería multitudinario. Pero así fue. Escoltaba el ataúd en que eran trasladados sus restos una multitud que fue estimada en más de 30.000 personas, entre correligionarios y representantes de los demás partidos de la oposición al gobierno de facto. Llegado a la Plaza Libertad, en las inmediaciones del Palacio Santos, donde por aquel entonces se encontraba el despacho del Presidente de la República, el séquito intentó hacer un acto de desagravio. Pero no alcanzó a concretar sus intenciones. En el que fue quizás uno de los episodios más violentos en la historia uruguaya, se enfrentaron de un lado las huestes que defendían a la Democracia y la Legalidad y, del otro, la Policía y el Ejército que, una vez más, reprimieron a la gente a balazos, sablazos, machetazos y con gases lacrimógenos, entablándose una violenta escaramuza que arrojó como saldo numerosos heridos. El féretro, cargado a hombros de los manifestantes en medio de una batalla campal, finalmente llegó al lugar previsto para el enterramiento, pero en la refriega resultó destrozado y llegó hecho trizas al cementerio.
Como periodista, Grauert había fundado sucesivamente tres periódicos -todos los cuales fueron clausurados por la dictadura de Terra-uno de ellos un semanario con el mismo nombre de su Agrupación, el inolvidable “Avanzar”, que tras su muerte siguió siendo editado hasta 1942 por su hermano menor, el doctor Héctor Grauert. En una de sus Editoriales señalaba: “Muchos serán los que habrán de expresar su pensamiento en estas páginas, porque desde ya declaramos nuestro intento de un periodismo no sujeto al rectorado de ninguna particular conveniencia, sino un periodismo de elaboración colectiva, en la mayor amplitud posible». Y agregaba: “La actividad política necesita por naturaleza del periodismo que la difunda, la aclare, la defienda, la critique». Ese era su pensamiento, esa era su impronta.
Envuelto en las excusas burocráticas del Ministerio del Interior, el homicidio de Julio César Grauert pronto pasó a ser un episodio más, que por poco tiempo mantuvieron en el recuerdo las ceremonias recordatorias que durante algunos años invocaron su memoria.
Pero éstas no eran necesarias. Ya en las páginas de la Historia había ingresado una de las figuras más preclaras de la política uruguaya, y la brutalidad de su muerte quedaría perennemente cincelada en la memoria colectiva del pueblo uruguayo.
Según palabras de su esposa, Julio César Grauert era, “por encima de todo, un soñador. El creía que el mundo, que la sociedad tenía que cambiar, que al capitalismo si no se le podía eliminar, había que suavizarlo”.
En 1971, Alba Roballo lo evocaba “alto, vibrante, parecía una llama ardiendo”. Bohemio, romántico, idealista, renovador, despasionado de todo lo material, solidario y particularmente sensible frente a los problemas sociales, muchas veces procuraba sostener posiciones tan nobles como complejas de sustentar.
Julio César Grauert fue el primer legislador y periodista asesinado por una dictadura en Uruguay y de hecho, pocas tragedias conmovieron de una manera tan intensa a nuestra historia. La ignominia de su asesinato no merece ser olvidada, y si las generaciones que nos precedieron no impulsaron para su figura el homenaje que corresponde, quienes promovemos este reconocimiento aseguramos con firmeza y convicción que lo hacemos porque los uruguayos no debemos dejar enfriar sus despojos.
Apuntamos, con esta iniciativa, no a continuar conductas atávicas de discutibles resultados, sino a rescatar del olvido a esta figura libertaria que, al momento de su muerte, era considerada, junto al doctor Baltasar Brum, una de las dos figuras jóvenes más prometedoras del Batllismo de la década del ‘30, con un futuro político incuestionable.
Es aspiración, pues, de los ediles firmantes, que la memoria del Dr. Julio César Grauert perdure en la historia de nuestro departamento, de manera tal de distinguir y venerar a un brillante periodista, abogado y legislador que, en su corta vida, entendió la política como una actitud noble, de servicio a los demás, una herramienta para ocuparse de la mejora de quienes menos tienen, de los más desprotegidos, de los más desamparados, y cuya vida fue segada por el terror no sin que, a pesar de ello, permanezcan vigentes e incólumes su conducta, su ejemplo y sus ideales.
Por lo anteriormente expuesto, presentamos a consideración de la Corporación el siguiente
Proyecto de Decreto de Designación de una calle en la ciudad de Juan Lacaze con el nombre de “Julio César Grauert”
Colonia, 10 de junio de 2015.
LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE COLONIA DECRETA:
Artículo 1º.- Denominar con el nombre de “Julio César Grauert” a la actual calle que se conoce como “Viena” -nombre usual, pero no homologado por la Junta Departamental- que se extiende entre las calles Salto y Continuación Don Bosco, de la ciudad de Juan Lacaze.
Artículo 2º.– Dar cuenta e insertar el presente proyecto en el Registro Informático de la Junta Departamental.