MUNDO – Se ha escrito tanto sobre “la pasión por el running” que quizás sea momento de preguntarse: ¿Y si la pasión, más que por el running, es por encontrarse, por generar un vínculo nuevo, por conocer a alguien para no estar solo? Como sea, si el running se convirtió en un nuevo punto de encuentro para solos y solas, al menos tiene un beneficio extra más allá de encontrar pareja o no: el cuerpo y la mente lo van a agradecer.
En Buenos Aires, Capital Federal, hay más de 100 grupos de entrenamiento, en diferentes barrios. Y proliferan las historias de amor que nacieron en entrenamientos, carreras y viajes por el país. Como Paola y Alejandro. Como Magalí y Lucas. Como Alejandro y Carolina. Correr ayuda a estar bien y un poco menos solo.
“Estoy casada desde hace 4 años –cuenta Paola– con Alejandro, al que conocí en un running team. Entrenábamos en diferentes horarios, pero los fines de semana nos juntábamos todos los grupos y salíamos a hacer fondos. Al terminar la rutina nos juntamos en un punto específico a hidratar y tomar mates. Yo soy profesora de tenis y de repente me presentan a Ale. Nos pusimos a hablar un rato de tenis, sin ninguna expectativa”, dice, y cuenta como siguió la historia. “Yo entrenaba a la mañana y él a la noche y una de las mañanas lo veo en mi grupo. Era uno de los más rápidos, pero bajaba la velocidad para hablarme. Al final, quedamos en vernos un día, salimos a comer, nos la pasamos hablando de nuestras vidas y las cosas que nos gustaban y las que no. Al año nos casamos”. Hoy siguen entrenando en el mismo grupo pero no están más solos: “llevamos a Tomy, nuestro baby runner, que ya tiene tres años”, dicen.
Para Carolina Torres (35, a punto de recibirse de socióloga), lo bueno de tener una pareja runner es que conoce los tiempos y los sacrificios que supone un entrenamiento o una carrera: “Entrenar lleva mucho tiempo y hay que llevar una vida diferente al resto de las personas. Es decir, antes de una carrera hay que cambiar la alimentación, descansar, levantarse a las 4 o 5 de la mañana. Eso una persona que no corre no lo podría entender. De hecho, tuve parejas que no corrían y la vida me fue llevando a que no prosperaran”, dice Carolina, en pareja con Alejandro (41, técnico en Turismo y apasionado por los viajes). Hoy no solo entrenan sino que también lo toman como una forma de turismo y de compartir la vida juntos: “En los viajes, salir a correr es una actividad más, conocemos la ciudad o el lugar corriendo y lo disfrutamos mucho”.
Lucas (26) es arquitecto y Magalí (24) es profesora de educación física. La relación entre ellos no solo es de entrenamiento, sino que compiten juntos.
“Este año ganamos el primer puesto en la categoría mixta del Raid de los Andes –cuentan entusiasmados–. Pero más allá del primer puesto, la carrera nos unió más que nunca”. Los dos comparten la pasión por los deportes y todo lo que implica practicarlos: “Haciendo actividad física se muestra la mejor versión de uno mismo, surgen muchos valores como el respeto, la cooperación, el compañerismo y la amistad”. Entre las ventajas de estar en pareja con alguien que comparta la misma pasión, Lucas y Magalí destacan el acompañamiento: “Varias veces no estamos para cumpleaños o reuniones de amigos porque estamos de viaje o tenemos que entrenar a la otra mañana temprano. Que tu pareja haga lo mismo ayuda a entenderlo”.
¿Acaso son todas historias felices la de los runners? Por supuesto que no. La condición humana nunca deja de estar presente. Hay también historias de desencuentros: gente que cambió su grupo de entrenamiento después de un amorío frustrado, historias de infidelidades, histeriqueos e insinuaciones en las redes sociales que se convirtieron en desencantos masivos (el mito de @CostaCarito en Twitter). Más allá de los desencantos, siempre se trata, como en cada carrera, de disfrutar el camino. Y el mejor premio siempre está al final del recorrido.
Extraído: Clarín.com