OPINIÓN – El domingo terminó la Eurocopa de Naciones.
Hace algunas semanas finalizó la Copa América Centenario.
Fiestas del deporte mundial que, salvo algunos hechos protagonizados por hinchas británicos y rusos en el comienzo del torneo en Francia, fueron un ejemplo de alegría y pasión por el fútbol.
Dentro de pocos días comenzarán los Juegos Olímpicos en Brasil.
Otra fiesta de pasión y alegría deportiva.
Las competencias de fútbol dejaron, como siempre, grandes triunfadores y grandes derrotados.
Dentro de los ganadores se incluyeron los representantes de Islandia, un país en el que se dice hay más volcanes que jugadores profesionales.
Eso no les impidió a los islandeses pasar la fase de grupos y eliminar en octavos de final nada más y nada menos que a Inglaterra, los inventores del fútbol.
Ello provocó la renuncia del director técnico inglés. De la misma forma que la prematura eliminación en octavos de final de España, causó la dimisión de su director técnico. En este caso nada más y nada menos de quien había llevado a los íberos a ganar su primera Copa del Mundo en Sudáfrica en 2010.
Otros entrenadores cayeron en América y Europa, y hasta el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, anunció que se retiraba de su seleccionado luego de perder la final con Chile.
El fútbol, y otros deportes, se han convertido en justas deportivas donde los países se enfrentan en pos de la gloria que por lo general es para uno sólo.
Digo “por lo general”, puesto que hay veces donde se valora no sólo quien levanta la Copa, sino quien compite en forma digna.
Como lo hicieron los islandeses, por ejemplo.
Los pueblos, los seres humanos, necesitamos de alegrías colectivas y el deporte es una de las vías para lograrlas.
Esa necesidad de alegría, de triunfos, muchas veces se canaliza para bien y otras para mal. A veces resulta difícil manejar las frustraciones derivadas de los fracasos deportivos.
El sistema moderno ha vuelto un poco efímera la alegría, puesto que cada vez hay más campeonatos, más campeones y más vueltas olímpicas.
Si para ejemplo basta un botón, alcanza con ver nuestro torneo local en el que uno festeja el Apertura, otro el Clausura y otro la Anual, en una sucesión de levantamiento de copas que deja a varios contentos en el año.
Ahora tendremos hasta un campeón del Uruguayo Especial,
En Europa, tienen el campeón de la Liga, el de la Copa del Rey, el de la Champions, el de la UEFA League, el de la Recopa y de no sé qué otra cosa más.
Nosotros tenemos la Libertadores y la Sudamericana.
Con la selección tenemos Copa América y Copa América Centenario, Eliminatorias y varias oportunidades más.
Es el circo romano de hoy y está bueno puesto que es pacífico (o debiera serlo).
Está bueno disfrutar del deporte, de las alegrías del hincha y del seleccionado.
Emociona ver a algunos cantar el himno de su país. Emociona ver cuando una hinchada se conecta con su equipo, lo apoya, canta y alienta.
Sin embargo, algunos muchas veces no pueden controlar la frustración.
Confunden “enemigo” con “adversario”. “Odio”, con “competencia”.
“Exteriorización de frustraciones personales”, con “aliento”.
Cuando sucede esto, es que surgen los problemas.
En definitiva, es una cuestión de educación y de formación en valores.
Donde hay mucho para trabajar en nuestro país. Hemos presentado dos iniciativas de ley para ayudar en el camino de mejorar. Una de ellas crea el Registro de Hinchas del Deporte.
Ambas esperan para ser tratadas.
Mientras ello sucede, todos debemos ser conscientes que el deporte es competencia y no guerra. Que el equipo contrario es un adversario, y no un enemigo.
Siendo Ministro de Turismo y de Deporte recuerdo que había ocurrido un hecho lamentable vinculado al fútbol. A los pocos días se jugaba el clásico entre Nacional y Peñarol.
Pedí una reunión a los presidentes de esos clubes para plantearles una idea que parecía -y parece, quizás- loca, pero creo que no lo es: que los equipos ingresaran a la cancha con las camisetas cambiadas y se las intercambiaran previo al partido.
La reacción de los presidentes fue negativa. Aún recuerdo lo que me dijeron: “Sólo un hincha de Wanderers puede proponer eso”.
No era sólo un hincha de Wanderers el que lo estaba proponiendo.
Era alguien que entendía que el de enfrente no es un enemigo. sino un adversario con el que se compite. Al que se le quiere ganar siempre, sin duda, pero con respeto por él y por las normas.
Recordemos esto cuando faltan unas pocas semanas para que comience un nuevo campeonato en nuestro país: es una competencia, no una guerra. Tenemos enfrente a adversarios, no a enemigos. El objetivo del juego (sí, del juego) es vencer, no destruir al adversario.
Sobre todo intentemos ser todos, jugadores, hinchas, dirigentes y árbitros verdaderos deportistas.
Ese que, en feliz definición allá por 1850, en la Revista “Punch”, se dijo que es: “Aquel que no solamente ha vigorizado sus músculos y desarrollado su resistencia por el ejercicio de algún gran deporte, sino que, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir su cólera, a ser tolerante con sus compañeros, a no aprovecharse de una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa y a llevar con altura un semblante alegre, bajo el desencanto de un revés”.
Por Pedro Bordaberry