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El Frankenstein del fútbol

OPINIÓN – “Frankenstein o el Moderno Prometeo” es una novela de ciencia ficción de la inglesa Mary Shelley publicada en 1818.

Se la considera una de las primeras del género de ciencia ficción.

Fue llevada al cine en 1931 por Universal Studios bajo la dirección de James Whale y tuvo luego una serie de sagas como “La Novia de Frankenstein”, “El hijo de Frankenstein” y la inolvidable sátira de Mel Brooks “El Joven Frankenstein”.

La novela en sí trata de los intentos de un científico, Víctor Frankenstein, de crear y dar vida a un nuevo ser humano a partir de distintas partes de otros.

Finalmente lo logra pero su resultado no es el esperado puesto que crea un monstruo de dos metros y medio de altura que infunde terror. Ello lleva al Dr. Frankenstein a sufrir remordimientos e intentar poner fin a la criatura que creó.

Popularmente, y en forma equivocada, se llama Frankenstein a la criatura que creó el científico cuando en realidad ese es el apellido de este último.

Su creación, la criatura, es llamada el engendro o el monstruo en la novela.

Un engendro es el que se ha creado en nuestro país con la violencia en el fútbol.

La única diferencia con la novela de Shelley es que nadie reconoce ser el Víctor Frankenstein que creó este monstruo que asoló el Parque Batlle y el Estadio Centenario hace unas semanas.

Dirigentes y autoridades del Ministerio del Interior cruzan acusaciones acerca de la responsabilidad de cada uno,
Como las derrotas, y a diferencia de los triunfos, esta situación violenta parece no tener padres (o “Frankensteins”).

Analicemos como hemos llegado a este monstruo violento.

La violencia en el deporte no es un fenómeno del último año ni de los últimos cinco, diez o veinte.

Lo que es bastante reciente y no existía hasta hace no mucho, es la violencia, narcotráfico e inseguridad que existe hoy.

Una situación que podía llamarse era “controlable” ha devenido en “incontrolable” para la propia autoridad pública.

A tal extremo es incontrolable que el Ministerio del Interior califica como “exitoso” un procedimiento que termina con un partido suspendido antes de empezar, 200 detenidos, funcionarios policiales lastimados y personas procesadas.

¿Cuándo comenzó a manifestarse este monstruo que a la violencia en el deporte le agregó mafias que controlan tribunas, narcotráfico, cobro de protección y otros delitos?

Para conocer esto hay que irse hasta el año 2008.

Ese año los Ministerios de Interior y de Turismo y Deporte, la Intendencia de Montevideo y la Asociación Uruguaya de Fútbol acordaron que no debían entregarse entradas gratuitas a las denominadas “barras” del fútbol.

Suscribieron un convenio por el que se obligaban a no hacerlo.

Esto marcó un hito, puesto que era clara la intención de erradicar a los que accedían a beneficios personales por el sólo hecho de ir a un escenario deportivo a alentar a su equipo.

Sin embargo ello duró muy poco.

La Ministra del Interior de la época renunció al poco tiempo y en el año 2010 asumió en su lugar el Sr. Bonomi, quien ocupa la titularidad hasta el día de hoy.

Al poco tiempo de estar en el Ministerio del Interior, sin derogar el convenio del año 2008, se cambia la estrategia ministerial.

Desde el Ministerio se propusieron y dispusieron cambios tendientes al “auto control” de las hinchadas. Se alentó a los clubes a contratar a los llamados “referentes” y entregar carnets y entradas para ello.

A tal extremo se llega a esto que el propio Ministerio del Interior entregó entradas a las barras de referentes para varios partidos del seleccionado uruguayo.

Lo hizo no en una, sino que en varias ocasiones.

Esta estrategia fracasó rápidamente.

En los hechos la violencia no cedió sino que avanzó.

En un partido de verano, incluso, la policía se retiró del Estadio Centenario “custodiada” por hinchas particulares.

Una diputada del Frente Amplio concurría a las tribunas y defendía públicamente esta política de auto control.

A este primer paso de dar entradas y autocontrol se agrega pronto otro que es el que da vida final al monstruo: el Ministerio del Interior retira el personal policial de las tribunas.

Lo hace anunciando que no ingresará más personal policial a las mismas, puesto que a su juicio se trata de un espectáculo privado y no público.

Esta última decisión es la equivalente a la carga eléctrica con que el Dr. Frankenstein le da vida a su monstruoso engendro.

Primero, promueve el autocontrol a través de referentes en las tribunas y la entrega de entradas a barras a través de estos.Como corolario, saca los policías de las tribunas y las deja a merced de estos.

Esa zona liberada de policías que se anuncia y se lleva a la práctica por el Ministerio del Interior fue aprovechada por delincuentes y violentos.Como la policía anuncia que no estará presente, el campo queda fértil para los delincuentes.

Así, el floreciente negocio de la venta de drogas en la tribuna, es ahora acompañado de otros como el cobro para ir a los baños, el peaje para vender productos o el peaje para estacionar el auto en las cercanías de los estadios.

También llegan las rapiñas y robos a particulares y a quienes venden productos.

Estos negocios delictivos y lucrativos llevaron a mostrar al engendro creado en su peor dimensión: se suceden peleas a balazos, dentro y fuera del estadio, homicidios de jefes de las barras y hasta de sus viudas fuera de ellos, y los enfrentamientos con la policía.

Ahora el Ministerio del Interior tiene nuevo Director Nacional de Policía.

Este se da cuenta del monstruo creado y recomienda cambiar.

El Ministro accede a mutar su estrategia de entrega de entradas y contratación de referentes.

Pero se niega a volver a poner policías en las tribunas. Exige a los dirigentes del fútbol que sean éstos quienes no permitan el ingreso de esos violentos utilizando el derecho de admisión.

Es decir, le pasa a éstos su tarea de proteger y dar seguridad a los ciudadanos.

El Ministro se lava las manos en una incomprensible actitud de renuncia al cumplimiento de sus deberes constitucionales y legales.

Así llegamos al último partido clásico con el engendro que creó nuestro Dr. Frankenstein ministerial.

Ese día el monstruo se mostró en sus peores facetas y obligó a la suspensión del partido, provocó enfrentamientos, corridas y heridos.

¿Qué Bonomi no es el único responsable de esto?

Sin dudas.

Pero es el principal.

Fue él quien propuso y llevó adelante esta política desde el 2010.

Por ende, como Víctor Frankenstein, debe salir de su castillo y terminar con su engendro, asumiendo sus responsabilidades.

Por Pedro Bordaberry