Hay mucho para analizar y este no es el momento. Ni de justificar por parte de aquellos que le han dicho a todo «amén»; ni de criticar en una instancia que no ha sido la mejor -hoy- para la celeste.
Simplemente reconocer la entrega, el «dejar todo», el sostenerse los unos a los otros de los muchachos; y no es un hecho menor estar en cuartos de final en el máximo evento del fútbol. Seguro que con ganas, actitud, entrega, no alcanza. Solo poner los pies en tierra, seguir trabajando con humildad, porque materia prima hay; pero hay que insistir, más allá de los nombres «en jugar a otra cosa»; y no dejarnos llevar por «los vendedores de ilusiones» -medios masivos que salen a hacer mandados- más obsecuentes que periodistas; y poner los puntos sobre las «íes».
Al pan, pan y al vino, vino, ni muy-muy …ni tan-tan. Un dejo amargo, sí, porque Francia nos ganó sin ser nada del otro mundo -queriendo jugar un poquito más- nada más. Se vieron cosas conceptualmente básicas durante el juego -no se corrigieron- donde Francia hizo esa pequeña diferencia y se generó muy poco sobre el arco rival.
Buscamos cómo siempre, con el viejo «centro a la olla» -la más clara fue la de Cáceres- y con eso no siempre da. Se extrañó sobremanera Cavani -no debiera ser excusa- el jugador más completo que tiene Uruguay -no de ahora-; y esta vez las individualidades no pudieron «salvar» la parada. Por aquí hacemos un paréntesis, porque ya vendrá el tiempo del análisis profundo. Ni éramos unos fenómenos, ni somos los peores del mundo. Gracias muchachos! No hay nada que reprocharles en cuanto a la representatividad de nuestro país como delegación y deportivamente.