Los muertos del 18 de mayo: brutal asesinato de 4 soldados a manos de los tupamaros.
TAMBIÉN HAY QUE RECORDARLOS
LA HISTORIA SE CUENTA TODA CON OBJETIVIDAD O QUEDA «RENGA»
Teníamos 7 años, y recordamos nítidamente como se festejó el título Intercontinental del Club Nacional de Fútbol. Cosas que te quedan en «la retina». Como que… Tenía 8 años cuando me conmovió la noticia, de que cuatro uruguayos -soldados- morían, acribillados, supuestamente a manos de otros uruguayos.
Uno va creciendo, y si bien puede «alinearse» a determinados principios, seguir la línea de determinadas «luchas reivindicativas» – de verdad -, también tiene la capacidad de pensar y discernir, y no seguir «la manada», cuando se conduce rumbo al precipicio de la hipocresía, la falsedad y la injusticia.
Todo bien, pero al pan – pan y al vino – vino.
Y más hoy desde nuestro lugar. Seguimos sin hacer mandados.
No le debemos favores a nadie. Pasa, sabe que, que los uruguayos muchas veces no sabemos diferenciar -separar-, entre la objetividad, la veracidad, y el fanatismo, o caer simpáticos.
ALGUNOS QUISIERON DISFRAZAR LA HISTORIA O TAL VEZ LA QUIERAN SEGUIR DISFRAZANDO, PERO ESTE CAPÍTULO NEGRO COMO TANTOS OTROS QUE SE DIERON – EN DISTINTOS CONTEXTOS – EN NUESTRO PAÍS , ES ASÍ.
Semanario LA PRENSA – La lluviosa noche del 18 de mayo de 1972 , fecha conmemorativa de la Batalla de Las Piedras, también considerada como Día del Ejército, se produce una operación guerrillera por parte del MLN Tupamaros, en el que perdieron la vida cuatro soldados del Batallón de Infantería Blindado Nº 13, quienes murieron acribillados bajo una lluvia de balas, sentados en el interior del Jeep.
La acción fue realizada por un comando tupamaro a bordo de una camioneta VW Kombi robada, que disparó con armas automáticas un centenar de proyectiles frente a la casa familiar del General Florencio Gravina, Comandante en Jefe del Ejército.
Las fotos mostradas, y la investigación judicial mostró que si bien la acción guerrillera iba dirigida a tirar a la casa del General Gravina, terminó en una pasada de la Kombi que abrió fuego a mansalva sobre los desprevenidos soldados de guardia, sorprendidos a bordo del jeep, tomando mate, quienes no tuvieron tiempo de tomar sus fusiles.
La versión dada por el MLN, pasados varios años después, fue en 2004. La acción se justificó afirmando que la “escena” de los cuatro soldados muertos con el mate fue armada por inteligencia militar, y que en realidad la Kombi a la pasada intercambió disparos en un combate “en toda regla”, y que la camioneta recibió impactos, e incluso uno de los guerrilleros a bordo habría resultado herido.
Mujica, en una entrevista para Miguel A. Campodónico, para el libro “Mujica” (Editorial Fin de Siglo; 2005), afirmó: “El objetivo de los compañeros era entrar en su casa (se refiere a la de Gravina) pero lo que se terminó mostrando en la foto fue un operativo armado por Inteligencia Militar, incluido el termo de los soldados (…) Los compañeros no habían advertido que en la azotea había tiradores y justamente éstos fueron los primeros que tiraron. si los compañeros no hubieran respondido así, los hubieran matado a todos. Después en la foto se trucó todo, como si los soldados hubieran estado muy tranquilos tomando mate, una cosa absolutamente inconcebible en época de guerra ¡una guardia en la puerta del comandante en jefe tomando mate tranquilamente! (…) ¿Quién vio hoy en la puerta de un cuartel tomando mate a los soldados que montan guardia?”
El periodista e investigador Leonardo Haberkorn ha publicado notas recordando sus conclusiones sobre este trágico hecho que marcó la historia del país, cuestionando la versión tupamara. El 18 de mayo de 2012, en su blog personal, Haberkorn afirma que le “pareció importante llegar al fondo de la verdad de cómo habían muerto los cuatro soldados: Saúl Correa, Ramón Ferreira y Osiris y Gaudencio Núñez. Me costó, pero logré entrevistar a un protagonista del atentado y a tres testigos directos. Nada de fuentes anónimas: los cuatro dieron la cara y hablaron con nombre y apellido.
Todos coincidieron: no hubo ningún enfrentamiento ese día. Lo que hubo fue un vulgar asesinato: los soldados estaban adentro de un jeep tomando mate y fueron acribillados por un comando tupamaro.
Uno de los testigos es el hoy coronel retirado Washington Bertrand, que vivía a poco más de media cuadra de lugar del atentado, y apenas escuchó los disparos bajó corriendo con su ropa de cama y un arma de fuego para intentar repeler el ataque.
Los otros dos testigos son aún más directos. Gerardo Ruiz vivía enfrente mismo a la casa del comendante del Ejército que custodiaban los cuatro soldados. Su padre vio pasar la camioneta del MLN y ametrallar el jeep. Gerardo estaba en el baño, el estruendo de la balacera lo hizo tirarse al suelo. Luego, inmediatamente, salió a la calle.
La otra testigo es todavía más directa. La señora María Santo, que vivía en la casa contigua al comandante del Ejército, estaba en la vereda cuando la camioneta del MLN pasó por allí. Ella vio con sus propios ojos asomar los caños de las ametralladoras, y su propia casa recibió decenas de impactos de bala.
El protagonista que accedió a hablar del episodio es el hoy director de la Biblioteca Nacional, el escritor Carlos Liscano, viceministro de Educación y Cultura en el gobierno del primer presidente frenteamplista Tabaré Vázquez.
Liscano preparó y llevó las armas con las que se realizó el atentado. En una entrevista que le hizo “La Diaria”, declaró: “Cuento cosas en el libro de Haberkorn que el 99% de los tupamaros no sabían o no querían saber. Porque yo sé cómo fueron, y creo que debo tener una actitud de lealtad con la verdad”.
¿Qué es lo que cuenta Liscano en “Milicos y tupas”?
Lo mismo que vieron o escucharon los tres testigos directos entrevistados.
Dice Liscano ‘Había un milico en el balcón y le iban a dar al milico. Pero como el auto se demoró, llegaron casi una hora tarde. Y a esa hora los milicos estaban en el jeep tomando mate. El MLN tiene otra versión y desmiente que estuvieran tomando mate. Pero es cierto. Estaban tomando mate. Los milicos estaban tomando mate adentro de jeep. Entonces cuando llegaron y vieron esa situación dijeron ¿y ahora qué hacemos? Y el jefe del operativo dijo: dale. Y les dieron. Y el del balcón apenas tiró un tiro al aire. No hubo enfrentamiento. No hubo nada’.
Una coincidencia exacta con los testigos. Y por otra parte: ¿por qué mentirían los vecinos? Alguien podría dudar de Bertrand por ser militar. Pero ¿y los otros dos? ¿Por qué mentiría una anciana vecina como la señora Santo? ¿Y Ruiz?
Todo esto está en el capítulo 6 de ‘Milicos y tupas’, entre las páginas 79 y 94.
Tal parece que el periodista Roger Rodríguez, a quien valoro y aprecio, y que tanto ha hecho en la búsqueda de información sobre los horrores ocurridos en la dictadura, no lo leyó. En la nota que escribe en el último número de la revista “Caras y Caretas” dice que el caso es polémico y que hay dos versiones: una del Ejército y otra tupamara. Ni una mención a los testimonios de Liscano, Betrand, Santo y Ruiz, que por otra parte, salvo Bertand, no coinciden para nada con la versión tupamara pero no forman parte del Ejército de ninguna manera.
Y más ignora a estos testigos un artículo publicado en la última edición del semanario ‘Brecha’. Allí el periodista Samuel Blixen escribe que los cuatro soldados ‘murieron en un combate con tupamaros’.
Blixen, que integró el MLN, suscribe así la versión tradicional de la guerrilla, muchas veces repetida y que también sostiene que la famosa y dramática foto de los cuatro solados fue preparada por los militares.
El problema es que hoy entre la versión tradicional tupamara y la realidad se interponen cuatro personas llamadas Bertrand, Santo, Ruiz y Liscano.
¿Piensa Blixen que yo inventé sus testimonios? ¿Piensa que los cuatro entrevistados mienten? ¿Y por qué lo harían? ¿Por qué mentiría la señora Santo? ¿Y Ruiz, que es tan o más izquierdista que el propio Blixen? ¿Y Liscano?
El escritor comprometido, preso, torturado, funcionario leal del primer y del segundo gobierno del Frente Amplio, ¿también miente? ¿O quizás piensa Blixen que los cuatro testigos no mienten, pero se equivocan? ¿Pero cómo podrían equivocarse si estaban allí cuando todo ocurrió?’