El día que la pelota no para de llorar

VENÍ HERMANO NECESITAMOS UN DIFERENTE

Seguro en algún lugar, en algún vestuario virtual con techo celeste y alfombra verde, se estén cambiando, dando el último masaje, ajustándose las vendas, el Dr., el último caudillo, y tal vez el más completo.

Casi prontos para saltar a la cancha, cuando se enteran, cuando les llega la noticia… Muchachos, ahí afuera hay uno; recién llegó; uno que también quiere jugar -lo apodan El Pelusa-, y dice la Prensa… que si lo dejan pasar, de seguro encaja en el inconmensurable lienzo dorado plagado de estrellas -en el equipo-, donde solo los escogidos para ser verdaderos amigos de la «linda», «la mimosa», «la pecosa», «la globa», «la guinda», pueden jugar.
Estos tres fenómenos, se miraron, abrieron la puerta, esbozaron una sonrisa… le hicieron seña y le dijeron; «pase fenómeno, maestro; estábamos necesitando uno diferente A TODOS.

Bienvenido al equipo. La pelota… la maneja Ud., siga bordando, remontando barriletes, inventando fintas, moñas, driblings, caños».

Vístase, póngase la 10 y disfrute… seguro la gente mantenga en sus retinas, imborrable, cada salida desde el túnel, y aquí ahora, allí en esa tribuna imaginaria, TAMBIÉN seguro esperan que salgas una vez más, para darte un beso, un abrazo, tu querida Tota y Don Diego.
Desde Villa Fiorito al mundo simplemente se escucha un susurro…
Hasta siempre Pelusa, «la linda», no para de llorar.

GRACIAS por escribir con tu zurda la enciclopedia del fútbol.

Alex Hernández

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