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El Mundialito: el torneo de los torneos recordado por pocos

LOS OLVIDADOS QUE DICEN PRESENTE.

A 50 años del primer Mundial, Uruguay organizó un certamen evocatorio del que participaron los campeones del mundo hasta entonces.

Una selección argentina en transición entre el Mundial 1978 y el de España 1982, con la incorporación de los juveniles campeones en Japón 1979 que no logró la clasificación para la final en su grupo junto con Brasil y Alemania Federal, formó parte del Mundialito que terminó ganando el representativo local, Uruguay, a principios de 1981, y que aunque la dictadura de ese país lo pensó para expresar la euforia de un plebiscito que buscaba para perpetuarse en el poder, terminó saliéndole todo al revés.

En la inusual fecha del 30 de diciembre de 1980 se inició el Mundialito o también llamada “Copa de Oro de la FIFA” en dos grupos de tres equipos, con la idea de invitar a las seis selecciones de países campeones del mundo hasta ese momento para conmemorar los 50 años del Mundial ganado por Uruguay en 1930, razón por la cual se ideó jugar todos los partidos en el estadio Centenario, sede de aquel torneo, la primera Copa del Mundo.

El Mundialito (que podría repetirse en 2030 si es que Uruguay no consigue la sede mundialista a la que se postuló junto con Argentina, Paraguay y Chile), se disputó entre el 30 de diciembre de 1980 y el 10 de enero de 1981, y el sorteo de marzo de 1980 había deparado que la selección argentina recientemente campeona en 1978 jugara en el mismo grupo de Brasil y Alemania Federal, mientras que los locales tuvieron como rivales a Holanda e Italia.

Desde el punto de vista futbolístico, la expectativa por ver a estas selecciones y por la posibilidad de un éxito de la selección celeste era muy grande luego de una década del 70 en la que los resultados no habían sido buenos; tras el cuarto puesto en el Mundial de México 1970 y una mediocre actuación en Alemania 1974, no había logrado clasificarse para Argentina 1978. Además, venía de un no muy positivo cuarto lugar en el Sudamericano (hoy Copa América) 1975 y ni siquiera se había podido clasificar para la semifinal en 1979.

Todo el mundo sabe que existió, pero no está dentro de esas hazañas que se manifiestan permanentemente como el Maracanazo de 1950, determinadas Copas América o Mundiales de buen papel. No es una estrella más en la camiseta y ni la FIFA lo considera un torneo oficial. Fue quedando en la nebulosa cuando comenzó a descubrirse lo que había atrás”.

La dictadura uruguaya de 1973-1985 había lanzado un plebiscito para el 30 de noviembre de 1980, es decir, menos de un mes antes del inicio del Mundialito, en el que se proponía el voto a un proyecto de reforma con la idea de proponer unas elecciones con un candidato único, Gregorio Álvarez, con la idea de sacar provecho a una especie de boom económico a partir de la euforia por el inminente inicio del torneo de fútbol.

Sin embargo, el autoritario gobierno uruguayo no pudo lograr su cometido y ese 30 de noviembre, en vísperas del Mundialito, se impuso el “No” en el plebiscito con el 56,83 por ciento de los votos contra el 42,51 del sí, y la distancia por la negativa fue aún mayor en la capital: 63,25 por ciento contra el 36,04.

El Comité Organizador del certamen consiguió, igual que dos años atrás el del Mundial 1978, el apoyo del influyente estadounidense Henry Kissinger, en tanto que consiguió de los argentinos el asesoramiento para temas de logística y seguridad.

Entre tantos negocios que rondaron en torno al Mundialito, que vincularon directamente a Washington Cataldi ex presidente aurinegro, – televisión, etc. – con la aparición de Artemio Franchi – Vice de FIFA y el Magnate Silvio Berlusconi – gracias a sus vínculos con Havelange, Cataldi consiguió que la selección brasileña eligiera como lugar de concentración a “Los Aromos”, tradicionalmente utilizado por Peñarol, su club, y por esta razón, el predio fue remodelado y acondicionado al más alto nivel para alojar a estrellas como Sócrates, Junior, Batista o Toninho Cerezo, que brillarían en el Mundial 1982 y que llegaron a la final ante Uruguay en el Mundialito.
De esta forma, a Peñarol le salió gratis reformar su lugar de concentración.

En uno de los grupos Uruguay, con figuras como el arquero Rodolfo Rodríguez, el defensor Hugo De León, los volantes Jorge Barrios, Ariel Krasouski y Rubén Paz, y delanteros como Venancio Ramos y Waldemar Victorino, comenzó venciendo 2-0 a Holanda, que reemplazó a Inglaterra –no aceptó asistir debido a que su liga no se detenía en esas fechas- y que no contaba con la mayoría de sus estrellas del Mundial 1978 y tampoco con Johan Cruyff, y luego venció a Italia –sin Paolo Rossi, suspendido por las apuestas clandestinas- por el mismo marcador y de esta manera se clasificó para la final, siempre a estadio lleno.

Por el otro grupo, la selección argentina campeona del mundo en 1978 y reforzada con algunos campeones mundiales juveniles de Japón 1979 como Diego Maradona, Ramón Díaz y Juan Barbas y la participación de Carlos Fren, José Van Tuyne y Víctor Ocaño, hizo su debut ante la Alemania Federal de Jupp Derwall que venía de ganar la Eurocopa de Italia, en un inusual 1° de enero de 1981, y pese a que estaba perdiendo 1-0 con gol del gigante Horst Hrubesch al final del primer tiempo, pudo empatar a seis minutos del final con gol en contra del lateral Manfred Kaltz y dio vuelta el marcador a los 43 minutos del segundo tiempo a través de Ramón Díaz.

Tres días más tarde, el equipo de César Luis Menotti empató 1-1 ante Brasil, dirigido por Telé Santana. Maradona había marcado el primer gol pero enseguida empató Edevaldo y luego, en el último partido, Brasil consiguió el boleto a la final por diferencia de gol al vencer por 4-1 a Alemania tras ir perdiendo 1-0 por gol del delantero Klaus Allofs, pero revirtió el marcador con tantos de Junior, Tonino Cerezo, Serginho y Ze Sergio.

La final entre Brasil y Uruguay se jugó el 10 de enero de 1981 y se impusieron los locales 2-1 con goles de Barrios y Victorino -máximo anotador del certamen y quien días más tarde le daría a Nacional el título intercontinental al marcar el único gol del partido, en Japón, ante el Nottingham Forest-. Sócrates había empatado, de penal.

En medio de los festejos de los jugadores uruguayos, atronaba desde las tribunas del Centenario el grito de “se va a acabar, la dictadura militar” y, si bien al principio la banda musical trató de tapar el sonido con su música, fue el propio presidente uruguayo Méndez el que pidió que abandonara la idea para no exacerbar más al púbico. En medio de la vuelta olímpica se generó una controversia con el zaguero Hugo de León, que lo hizo enfundado en la camiseta de su nuevo equipo, el Gremio de Porto Alegre y por esta actitud, considerada por el Gobierno como “antinacionalista”, terminó siendo el único componente del plantel que no recibió un automóvil como premio.

Pasados los años, ni el propio plantel campeón del Mundialito ni la AUF elevaron ningún reclamo formal para recibir algún reconocimiento por el título, que quedó eclipsado por los éxitos de Nacional, y Peñarol con las Copas Libertadores e intercontinentales de 1980 y 1982, respectivamente. Apenas hubo un homenaje de la intendencia de San José y otro de la Hostería del Parque de esa localidad en 2016, a 35 años del campeonato.

Muy poco reconocimiento, a pesar de los nombres de las selecciones y las figuras presentes, para el Torneo de los Torneos y que tuvo como campeón a Uruguay.