El 17 de febrero de 1848 es una fecha fundamental para los valdenses, movimiento religioso surgido en Francia en 1173, aproximadamente, y obligado a trasladarse, debido a la persecución, a los valles cercanos a Turín, Italia (conocidos tiempo después como “valles valdenses”), en donde se establecieron de manera permanente y siguieron padeciendo el odio y la intolerancia de los gobernantes monárquicos durante casi siete siglos.
Pedro Valdo fue un acaudalado comerciante de Lyon, quien ante un suceso que lo impactó fuertemente, decidió regalar sus bienes y salir a los caminos a predicar de manera itinerante. El grupo que fundó fue conocido como “los pobres de Lyon”. Narra Giorgio Tourn (discípulo directo de Karl Barth y Oscar Cullmann en Basilea), lo que Valdo hizo a continuación: “Se hizo traducir en lengua popular los Evangelios, otros libros de la Biblia y algunos textos de San Agustín, San Jerónimo, san Ambrosio, San Gregorio y las que definía como ‘sentencias’”.[1] Leyó estas obras con suma atención, aunque al principio sin comprenderlas muy bien. En 1180, Valdo dio a conocer una profesión de fe. Murió en Bohemia en 1217, tras 57 años de luchas. Protestante Digital ha dedicado algunas notas a este movimiento de origen medieval.
El pastor y profesor Álvaro Michelin-Salomon analiza brillantemente los orígenes de esta progresiva protesta religiosa, relacionándola con el ambiente propiciado por otros grupos similares más antiguos:
La Biblia va marcando el terreno de la verdadera interpretación cristiana propuesta y exigida por Valdo y los suyos. El principio protestante del Siglo XVI de sola Scriptura ya era defendido por los valdenses de la primera hora. […]
Según el Anónimo de Laón [1220 aprox.], los primeros seguidores de Valdo también eran ricos. Fue tan fuerte la predicación de Valdo que estimuló el seguimiento de gente de su misma condición socioeconómica. La predicación fue dirigida a abrazar la pobreza. También se fueron sumando quienes eran pobres. Después, los Pobres en el Espíritu comienzan a confesarse mutuamente los pecados, entre ellos, sin la presencia de sacerdotes. Pronto se van sumando muchos adeptos, seguramente impresionados por la diferencia en la forma de vida entre los Pobres en el Espíritu y muchos clérigos que vivían en la opulencia.
A medida que avanzó el movimiento, recibieron la prohibición de predicar libremente, pues como apunta Tourn, “los ‘pobres’ pasan a ser de un movimiento de piedad a uno de protesta, radicalizándose […] La consecuencia fue una toma de posición más dura de parte del poder de la Iglesia, que decide exterminarlos como lo había hecho con todos los disidentes”. Michelin-Salomon refiere que los valdenses establecieron estrecho contacto con los hussitas y que hasta algunos de sus dirigentes (los llamados barbas) se formaron teológicamente con ellos.
Por todo lo anterior, la Iglesia Valdense es la comunidad “protestante” más antigua del mundo, aun cuando ese nombre no se utilizara aún, dado que asumieron los postulados del movimiento reformado en 1532, en una importante asamblea realizada en Chanforan, con la presencia de Guillermo Farel, quien más tarde trabajaría con Calvino en Ginebra durante pocos años (1536-1538), aunque él se encontraba en Suiza desde 1523.
Así valora Tourn la trascendental decisión, después de unas sólidas disquisiciones sobre su pertinencia:
En la realidad de los hechos los valdenses no tenían otra alternativa que ésta. Adherirse a la Reforma o disolverse. Comprender esto renunciando a conducir en primer lugar una posición autónoma y aceptando la renovación en el marco más vasto de la teología protestante, fue para aquella generación una elección difícil pero lúcida. Pero justamente porque se trata de una decisión tomada en el contexto de la historia, es posible no sólo de mantener la unidad de todo el acontecimiento valdense antes y después de Chanforan, sino también de recibir de él el mensaje que consiste justamente en esta disponibilidad de renovación en la historia en nombre de una fidelidad ideal al evangelio.
Un fruto importante de esa adhesión fue el patrocinio casi total de los valdenses para la publicación de la traducción francesa de la Biblia en 1535, por Roberto Olivetán, primo de Calvino, quien escribió el prefacio al Nuevo Testamento, como parte de sus avances hacia la conformación de su propia teología bíblica.
Todo ello marcó la enorme cercanía de este movimiento con la iglesia de Ginebra, pues más tarde muchos de ellos se trasladaron a esa ciudad, a causa de los interminables hostigamientos y masacres, de los cuales existen testimonios gráficos impresionantes.
Así transcurrieron siglos de asesinatos, como la terrible matanza de abril de 1655, conocida como la “Pascua de Piamonte” (o la “primavera sangrienta”), que causó indignación en toda Europa, hasta que Oliver Cromwell exigió el fin de tal conducta, amenazando con declarar la guerra a Saboya. Es famoso el soneto de John Milton, “Sobre la última masacre en Piamonte”. Con ello comenzarían a cambiar las cosas y el regreso a Italia desde Suiza aconteció en 1689; es conocido como el “grandioso retorno” a los Valles bajo el mando de Enrique Arnaud, reconstruido minuciosamente por Tourn. En ese contexto es notable el “manual de guerrilla” de Janavel. Algunos más se establecieron en Alemania.
En la fecha mencionada de 1848, Carlos Alberto, Duque de Saboya, otorgó en una “Carta patente” el reconocimiento de las libertades civiles, políticas y económicas a los valdenses (y también a los judíos), además de abrir las puertas para quienes quisiesen estudiar en las universidades. Así se refiere el historiador Augusto Armand Ugon, citado por el pastor uruguayo Hugo Armand Pilón (presidente de la Federación Evangélica de su país) a la importancia de dicho documento: “No nos parece exagerado afirmar […] que fue justamente la presencia física de los valdenses, con la progresiva y tenaz obra evangelística de sus comunidades, que volvió concreto a los ojos de los italianos el problema de la libertad religiosa en nuestra península”.
Ya en el siglo XIX, entre 1857 y 1858, muchas familias valdenses emigraron a Uruguay, en donde fundaron poblaciones tan importantes como Colonia Valdense, acaso el sitio más emblemático, aunque la presencia de esta tradición tiene fuertes raíces también en Argentina, e incluso en Buenos Aires y Montevideo existen comunidades muy representativas. Sobre esta nueva diáspora escribió el pastor Marcelo Dalmás (también traductor de la obra citada de Tourn): “El origen de esta emigración está relacionado con un movimiento iniciado por las Uniones Cristianas de Jóvenes Valdenses que promovieron asambleas populares a tal fin. Un entusiasta propulsor de esta emigración era el pastor Miguel Morel, primer pastor valdense en pisar tierra uruguaya”.[15] La librería de Colonia Valdense, fundada en 1936, lleva el apellido de este pastor.
Mucho de esta historia aparece en el magnífico documental Valdenses, dirigido por Marcel Gonnet Weinmayer (Perú, 1975), quien retomó sus raíces religiosas para acometer una investigación que lo llevó a los lugares más relevantes de la historia valdense en Italia, Uruguay, Argentina y Estados Unidos.[17] Estrenado en Argentina en noviembre de 2015, recupera la vieja película Fedeli per secoli (Fieles durante siglos), filmada entre 1924 y 1927, y que fue prohibida para su exhibición,[18] cuyas imágenes alterna con un apretado pero intensísimo recuento de los grandes avatares por los que ha pasado este movimiento-pueblo, como se reconocen a sí mismos los valdenses. El director reconoce que la filmación le enseñó, sobre la marcha, además de lo que aprendió con su familia, las dimensiones de la misma: “Creo que […] la clave está en que [los valdenses] asociaron su fe a la idea de libertad. Para ellos estos son valores supremos y las persecuciones fueron reforzando estas ideas. […] me pareció muy interesante hacer un linaje de resistencia de más de ocho siglos”.[19] Otro resumen acerca del film lo explica bien: “El documental se aventura a explorar la intersección histórica entre religión y política, comenzando por la tradición de lucha en contra del poder y la construcción de una peculiar y autónoma identidad cultural de los Valdenses, un grupo herético medieval que enfrentó al Vaticano, sobrevivió a la inquisición y luego de ochocientos años aún sobrevive […] El documental se estructura a partir de los fragmentos de esta película prohibida por el fascismo y perdida durante décadas”.
Se trata de una auténtica ventana a un pasado y a un presente íntimamente relacionados, pues esta tradición religiosa, portadora de un testimonio probado trágicamente en múltiples ocasiones, es un ejemplo de valor, tesón y coraje para sostener sus convicciones en medio del rechazo total de un ambiente que, definitivamente, no estaba preparado para un ejercicio de la libertad profética y, mucho menos, de lo que la Reforma denominó “el sacerdocio universal”, aunque esta frase a los valdenses no les hace mucha gracia, dada su práctica centrada en la participación de todos los miembros, aunque sin ignorar las tendencias clericalizantes que surgen, como en todas partes. Ésa fue una de las razones por las que se realizó, en días pasados, durante el Sínodo anual, un taller con el temea “Ministerios en la perspectiva de la misión”.[21]
Establecidas en el Río de la Plata, las comunidades valdenses nunca han dejado de verse a sí mismas como un pueblo, un movimiento y una iglesia, lo que les otorga un estatus y un auto-reconocimiento, que aunque a veces pareciera que les cuesta trabajo exponer hacia otros, constituye uno de sus mayores factores de identidad.[22] Unida formalmente a la iglesia valdense italiana (lo que se puede constatar en la atención que le presta el semanario Riforma a lo acontecido en el más reciente Sínodo[23]), la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata (IEVRP) es un conjunto de congregaciones y parroquias que han mantenido, mediante ejercicios admirables de análisis y búsqueda continua, una identidad teológica y doctrinal que la ubica en un lugar muy particular del espectro religioso sudamericano. Asimismo, su presencia social mediante el amplio número de escuelas e instituciones de servicio (que supera por mucho su actividad religiosa) es un elemento que la ha ubicado de manera muy definida en el ámbito de los dos países donde trabaja: Hogar Nimmo, Hogar para Ancianos de Jacinto Araúz, Hogar para Ancianos de Colonia Valdense, El Sarandí (Hogar Valdense), Centro de Servicio Social El Pastoreo, Parque XVII de Febrero, Hogar de Estudiantes en Buenos Aires, Familias Campesinas, Hogar de Estudiantes en Montevideo y Hogar de Paso (Montevideo).[24]
Un momento muy intenso de la reciente LIII Asamblea Sinodal fue el debate sobre la petición de perdón del papa Bergoglio en su visita al templo valdense de Turín. Se aprobó aceptarla y responder en consonancia con lo establecido en la carta que recibieron de sus pares italianos. Ahora que se ha elegido por primera vez a una mujer, la pastora Carola Tron, como moderadora de la Mesa Valdense, que sucede al primer laico nombrado para ese puesto, Óscar Oudri, se vuelve a constatar la vocación igualitaria y profética de esta iglesia con una larguísima trayectoria de resistencia.