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Las siete palabras de Jesús en la cruz

SI QUIERES VENIR EN POS DE MÍ; TOMA SU CRUZ Y SÍGUEME.

Por lo tanto, «tome su cruz y sígame» significa estar dispuesto a morir con el fin de seguir a Jesús. Esto se llama «morir a sí mismo». Es un llamado a la entrega absoluta. Después que Jesús ordenó llevar la cruz, dijo, «Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?» (Lucas 9:24-25; Mateo 16:26; Marcos 8:35-36). Aunque el llamado es difícil, la recompensa es inigualable.

Si siempre leemos o escuchamos con atención las últimas palabras pronunciadas por alguien que ha sido condenado a muerte, ¿no deberían resultarnos especialmente significativas, como cristianos, las últimas palabras pronunciadas por Jesús, muerto por nosotros a pesar de su inocencia?

Sus últimas frases pronunciadas desde la cátedra de la cruz, además de recoger lo más granado de su doctrina, lo más rico de su experiencia y lo más importante de su testamento, nos invitan a imitar su comportamiento y a actualizar nuestro compromiso, para que su proceso y asesinato no se siga repitiendo hoy en tantos justos que continúan siendo injustamente ajusticiados.

“La siete palabras que Nuestro Señor pronunció desde la cruz no fueron respuestas específicas a específicas preguntas, mas revelaron lecciones aplicables a cada interrogación”.

“La pasión de Jesucristo es bastante fuerte. Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared, y decimos: Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron a un madero, pero ¿quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan realmente?
En mi niñez, – física y espiritual – no me daba cuenta de lo que esto implicaba.
No comprendía lo duro que era. El profundo horror de lo que Él sufrió por nuestra redención ponerse en nuestro lugar y llevar sobre sí – TODAS nuestras macanas -, realmente no me impactaba. Entender lo que sufrió, incluso a un nivel humano, me hace sentir no solo compasión, sino también me hace sentir en deuda, pues aun no siendo digno, ÉL, por AMOR, fue a la Cruz por ti, por mi.

NOS INQUIETA siempre la crónica de la ejecución de un violador o un asesino condenado a morir en la silla eléctrica. Nos subleva la noticia del fusilamiento de unas personas que trataban de escapar de su propio país. Pero NO NOS INQUIETA – a algunos -, la ejecución en la cruz de un JUSTO , injustamente ajusticiado.

Leemos con atención y curiosidad la última entrevista que un reportero ha logrado hacer a un condenado a muerte convicto de un crimen. Nos parece que sus palabras resumen el sentido de su vida y, con frecuencia, nos ofrecen las claves de sus decisiones más conflictivas.

Pues bien, deberían resultarnos significativas las últimas palabras de Jesús, un condenado a muerte a pesar de su inocencia.

Aquellas siete palabras, pronunciadas desde la cátedra de la cruz, son su definitiva lección magistral. En ellas se decía a sí mismo, se explicaba a sí mismo, recogía lo más granado de su doctrina, lo más rico de su experiencia y lo más importante de su testamento.

1.
Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

2.
Uno de los malhechores colgados le insultaba: “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!”. Pero el otro le respondió diciendo: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, este nada malo ha hecho”.
Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43).

3.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. “Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 26-27).

4.
Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: “¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?”, esto es: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”. Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: “A Elías llama este”. Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: “Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle” (Mt 27, 46-49; Mc 15, 34-37).

5.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: “Tengo sed” (Jn 19, 28).

6.
Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo esta cumplido” (Jn 19, 30).

7.
Jesús, dando un fuerte grito, dijo “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró (Lc 23, 46).

El Viernes Santo es, fundamentalmente, un día de reflexión, durante el cual se recuerda la crucifixión de Jesucristo en el Calvario, quien se sacrifica para salvar del pecado a la humanidad y darle la vida eterna. De allí que la cruz se haya tomado como el símbolo de la gloria para la adoración de los cristianos.
En la Cruz está el AMOR, el Perdón, la Victoria, el Poder, la Misericordia, la Humildad, la Riqueza…en la Cruz tu encuentras el Camino rumbo a la Paz, la Vida Eterna, a través de aquel que muere por ti y se levanta al tercer día para derrotar, vencer, aniquilar, la misma muerte.

BENDECIDO VIERNES SANTO.