Apostando a lo diferente

Nota de Prensa – Opinión

Por Daniel Bianchi

El domingo 1º de junio era un día especial. O parecía serlo.

Los uruguayos iban a darle la espalda al oráculo de Delfos, y en lugar de consultar a los dioses del Olimpo, iban a tomar una decisión.

Humana, bien humana.

Había llegado la hora de dejar de lado las proyecciones y especulaciones de Cifra, Equipos, Factum, Interconsult, Radar y demás empresas en el área de la investigación social y la asesoría en marketing y comunicación política y/o empresarial y, simple y llanamente, concurrir a votar para descubrir la realidad política del país y dar por finalizadas las especulaciones.

El domingo 1º de junio se vivía en nuestro país otra jornada democrática, donde cada uruguayo se volvía, ese día más que nunca, igual al que tenía a su lado. Con el mismo derecho, con la misma oportunidad, con la misma posibilidad.

El domingo era el primer paso que marcaría el rumbo hacia el 1° de marzo de 2015 cuando, finalizada la actual administración nacional, quedaran instalados por la voluntad del pueblo un nuevo Presidente de la República y un nuevo gobierno. Entender lo anterior era fundamental con vistas a definir quién tendría, a partir del año que viene, el alto honor de portar la banda presidencial, y quien tendría sobre sus espaldas, además, la responsabilidad de hacer de Uruguay un país en el cual la educación, la salud, el trabajo, las obras y la seguridad ciudadana, fueran los mojones que fueran extendiendo la traza por la cual transitar para beneficio de la ciudadanía toda, y no sólo de unos pocos privilegiados ligados al poder de turno.

Si bien se preveía un resultado claro en algunas de las internas partidarias, ello era producto, precisamente de lo que decían las encuestas. Pero los uruguayos tenían el domingo la posibilidad de decidir, y de transmutar, o no, las predicciones de los especialistas en una irrefutable realidad. Era una suerte de alquimia por la cual la elección ciudadana se convertiría en porcentajes sobre el papel desnudando la realidad.

Desde siempre se ha dicho que las Democracias fuertes se apoyan en partidos políticos ciclópeos, bien fundamentados, ya que cuando esa condición no se da, el terreno es propicio para el surgimiento del absolutismo y el despotismo. Por eso, la ocasión para reforzar la Democracia era inmejorable. El ciudadano, libre y solo, en el Cuarto Secreto, eligiendo las listas con los candidatos de su preferencia para mostrar su apoyo no sólo por estos, sino por el mejor sistema de gobierno: la Democracia directa y representativa.

La consigna era votar. Optar. Elegir. Pronunciarse sin intermediarios. No a través de un senador, de un diputado, de un edil departamental o de un concejal. No, hacerlo solo. Con su conciencia. Haciendo uso del derecho y de la obligación, como ciudadano, de esgrimir la más sobresaliente herramienta que permite castigar a los malos gobernantes, promover las esperanzas en los nuevos, y elegir su propio destino.

Sin oráculos. Sin pitonisas. Sin encuestas.

Pero, en el 63% de los uruguayos, el desinterés, la apatía, la comodidad o la falta de compromiso, pudieron más. Ese porcentaje optó por no invertir algunos minutos en expresar su voluntad en forma directa y, así, comenzar a definir lo que va a ocurrir a partir de marzo del año que viene, en el país, y de julio en el departamento. Muchos permitieron, casi sin darse cuenta, que otros decidieran por ellos y, de esa manera, hicieran desaparecer sus sueños.

Es bueno pensar que el 37% de los uruguayos que acudió a las urnas, no obstante, lo hizo con un espíritu renovador. Esos ciudadanos que optaron por dejar de lado por algunos minutos su programa favorito de televisión para llevar adelante una instancia que entendieron altamente valiosa, generaron primero, y expresaron después, un reclamo de renovación y dinámica partidaria a todos los partidos políticos. Así lo demuestran los triunfos de LuisLacalle Pou (40 años) en el Partido Nacional, de Raúl Sendic (51 años) en el Frente Amplio y de Pedro Bordaberry (54 años) en el Partido Colorado. Son señales claras con vistas a renovar las nóminas de candidatos.

Los uruguayos no tienen miedo al cambio, pero apuestan a él sólo cuando prevén algún beneficio. Procuran algo distinto, y ya no importa si llega de lo que antes se conocía como “derecha” o “izquierda”. Aquel que sintonice con los reclamos de los ciudadanos, es quien tiene mayor oportunidad de triunfo.

Y no se trata sólo de renovar candidatos, sino de renovar programas, ideas, propuestas, contenidos y políticas de gobierno. En ese marco, los debates juegan un rol preponderante, habida cuenta que mientras en otros países son obligatorios, en Uruguay algunos candidatos rehúyen la confrontación de ideas. Por miedo, por temor al ridículo, por falta de confianza en sí mismos, por incapacidad a la hora de refutar los argumentos de sus eventuales adversarios, o por la razón que sea, privan a la ciudadanía de una de las más ricas facetas de la Democracia.

La instancia pasó. La oportunidad también.

Pero, a pesar de la baja votación, la apuesta a lo diferente se hizo presente.

Que sea bienvenida.

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