Por Andrés Roizen
Colonia del Sacramento lleva casi cinco años sitiada y bajo fuego cruzado. Pero esta vez no son los portugueses ni los españoles los que quieren hacerse con ese punto estratégico a orillas del Río de la Plata. Ahora el embrollo es político. Es un tire y afloje entre el gobierno nacional y el departamental, y las municiones toman forma de burocracia.
Las pugnas por la conducción del barrio histórico se dan entre la Intendencia de Colonia y la Comisión del Patrimonio, que depende del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). También entre los intereses históricos y los comerciales. Aunque al final, nadie termina por imponerse y es la ciudad la que sale perjudicada.
El bombardeo político se traduce en descuido y deterioro. El pasto está largo en las plazas, los bancos están rotos y con la pintura descascarada, el tránsito es un caos, la limpieza es deficiente y en los cestos la basura se acumula hasta desbordar. El encanto está intacto, sí, pero hay varios elementos que generan preocupación entre entendidos e involucrados sobre la conservación del lugar.
El barrio histórico ostenta, como una medalla, la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad que le otorgó la Unesco en diciembre de 1995, hace casi 20 años. Pero ese título —que acaba de recibir el Frigorífico Anglo en Río Negro y que poseen lugares del porte de las pirámides de Egipto— genera tantos honores y alegrías como desafíos y dolores de cabeza.