El FBI mantuvo una vigilancia de 24 años al colombiano Gabriel García Márquez, incluso durante los años en que se consagró como escritor a nivel internacional, según documentos desclasificados de la agencia federal dados a conocer por el periódico The Washington Post.
Una investigación desarrollada durante más de dos décadas revela que el galardonado escritor fue vigilado desde el año 1961, cuando se alojó durante un mes en el Hotel Webster, en Manhattan, acompañado de su esposa y su primogénito Rodrigo García.
En aquel entonces, García Márquez llegó a Nueva York para trabajar como empleado de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, y con el tiempo se volvió un amigo cercano del líder cubano Fidel Castro, no obstante «las motivaciones del FBI para investigarlo son poco claras», reconoció el medio.
Su hijo Rodrigo García, hoy cineasta radicado en Los Ángeles, señaló al medio que su familia no tenían pistas de que su padre fuera objeto de una investigación por parte del FBI, aunque la noticia no le sorprende.
«Considerando el hecho de que este colombiano estaba en Nueva York para abrir una agencia de prensa cubana, hubiera sido inusual que no lo espiaran», señaló Rodrigo García, quien reveló que pocos meses después su padre fue despedido de la agencia estatal de noticias por no ser «suficientemente radical».
«El nunca perteneció a ninguna organización política», destacó el realizador y productor cinematográfico, quien rememoró que por esos años en más de una ocasión su padre mencionó que había descubierto que en su camino de regreso a casa era seguido por dos hombres que hablaban entre ellos mediante susurros.
Conforme su prestigio en el mundo de las letras iba en aumento, García Márquez entabló amistad con dignatarios internacionales, entre ellos el francés François Mitterrand y el expresidente estadounidense Bill Clinton, quien durante sus años universitarios fue un lector de la obra del colombiano.
El expediente del escritor, que contiene entradas con fechas de hasta los primeros años de la década de 1980, se suma a otros también relacionados a seguimientos de políticos, artistas y escritores, ordenados todos por el controvertido director de la agencia, Edgar J. Hoover.