Comunicado de Prensa
Por Daniel Bianchi
Por momentos América del Sur parece explotar y se desconoce, a ciencia cierta, hacia donde van a dirigirse las esquirlas.
El aniquilamiento directo o subliminal de la prensa y las voces opositoras ensayado por parte de los gobiernos populistas de algunos países, las denuncias de corrupción y lavado de dinero, la proliferación de organismos zonales -algunos de ellos con su objetivo exterminado y avenido a un mero conjunto de gobiernos ideológicamente similares (MERCOSUR) y otros gestados a la sombra del capricho de un gobernante pero sin un objetivo provechoso (UNASUR, ALBA)- y hasta las denuncias de sobornos que alcanzan incluso a la órbita deportiva (Confederación Sudamericana de Fútbol-CONMEBOL), son sólo parte de un escenario que se deteriora cada día más.
En Brasil casi semanalmente se denuncian incumplimiento en los plazos de construcción de infraestructuras tales como carreteras, aeropuertos y telecomunicaciones. Y es moneda corriente que, en el país que organiza el Campeonato Mundial de Fútbol 2014, se denuncien permanentemente sobreprecios en las obras de los estadios.
En Venezuela, el candidato opositor, Henrique Capriles, denunció fraude durante las Elecciones Presidenciales, habida cuenta que, entre otras irregularidades, según él, más de 600.000 personas fallecidas “votaron” durante la jornada, cifra nada menor ya que la diferencia entre el teórico ganador, Nicolás Maduro, y él, fue de 270.000 votos. La pugna dialéctica canalizó hacia un enfrentamiento real que, infelizmente, terminó con muertos y heridos. El Congreso Nacional Electoral (CNE) venezolano afín al chavismo rehusó hacer un recuento de votos, pero las presiones de los observadores internacionales lograron el efecto esperado y, por estas horas, se abren las urnas que no se habían supervisado (46%), en el marco de un mecanismo difícil de comprender -y de aceptar- para los uruguayos que, por asociación, acentúa una vez más las garantías que otorga nuestro sistema electoral.
En Paraguay, en tanto, el Partido Colorado retomó el gobierno, aunque en este caso en el marco de una jornada electoral que transcurrió sin sobresaltos. Al tiempo que mientras algunos medios lo acusan de irregularidades relacionadas con lavado de dinero, el electo presidente, Horacio Cartes -un “outsider” de la política, a la que se incorporó hace apenas tres años- anuncia que donará su salario de presidente para sacar a los niños de la calle o para ayudar a los enfermos terminales, y prestará especial atención a las personas desvalidas, con deficiencias físicas y a las de la tercera edad. Pero la tarea no será fácil, ya que Paraguay es una de las naciones con más desigualdad en América Latina, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Una observación no menor, a tener en cuenta, es que en ninguna de las dos elecciones mencionadas las encuestadoras acertaron sus pronósticos: en Venezuela, las proyecciones indicaban a Maduro con más del 10% sobre Capriles, y la ventaja fue mínima, del 1,7%. En Paraguay, las encuestas marcaban una diferencia mucho más exigua entre los dos principales candidatos, y al final Cartes obtuvo el 46% de los votos, contra 37% de su rival, Efraín Alegre.
Y así, mientras Uruguay observaba con expectativa esos dos procesos, desde Argentina una denuncia periodística aseguraba que Uruguay era parte del circuito de lavado de dinero proveniente de empresarios ligados a la familia Kirchner. Nuestro país tiene una normativa rigurosa respecto al lavado de dinero y ha sido precursor en esa materia en América Latina. Sin embargo, no debe descartarse que pudieran estar realizándose maniobras de esta índole, y ante la certeza de que existan desvíos a la normativa, deberá investigarse a fondo y los responsables deberán sufrir las consecuencias.
Así, todos esos episodios afectan a Uruguay, que es espectador o partícipe, voluntaria o involuntariamente, de una serie de hechos inconvenientes.
En medio de tal desaguisado, la ciudadanía debe enfrentar los desafíos cotidianos, tales como pagar las tarifas de los servicios públicos e ir al almacén o al supermercado para adquirir lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas. Y allí se encuentra con que, un día sí y al otro también, el dinero le rinde menos.
La voracidad tributaria, con la creación de nuevos impuestos y un IVA que el gobierno prometió en campaña electoral que iba a rebajar un 2% -promesa que el viento se llevó- es cada vez mayor, y los artículos trepan periódicamente haciéndose más inalcanzables para los uruguayos.
Tentados por los precios en Argentina muchos compatriotas viajaban a la vecina orilla para cargar combustible -a un precio 60% inferior al uruguayo- y para traer algunos artículos de primera necesidad, ingreso que se dio por terminado con la política de “Cero kilo”, mientras se aguarda por una impostergable devaluación de la moneda argentina, con las consecuencias que ello traería aparejado.
Asentado sobre un polvorín, el futuro de nuestro país y de América toda es una gran incógnita.
Y no existe oráculo alguno que tenga una respuesta.