MARIO LAYERA: «Un día los marginados van a ser mayoría ¿cómo los vamos a contener?»

LO DIJO EL DIRECTOR NACIONAL DE POLICÍA – Podría haberlo expresado en cualquier medio, escrito, televisivo, radial, petc., Pero lo manifestó en una entrevista concedida a nuestro colega de El Observador Gabriel Pereira. Destacar la labor de nuestro colega por su tarea y a su vez resaltar que las expresiones son del propio Director Nacional de Policía; pues en nuestro país todavía se sigue usando «la anilina política» para teñir las cosas y en esta entrevista es a «puro agua y jabón»; claras las preguntas, claro lo expresado por Layera.

TÓMESE 5 MINUTOS Y LEA.

Por Gabriel Pereyra – Mario Layera, el director nacional de Policía, recibe a El Observador en su despacho y en las primeras consideraciones sobre la ola de violencia que afecta al país menciona más la palabra social que delito, marginalidad que delincuencia.

Layera es uno de esos oficiales formados en la escuela de los inspectores Roberto Rivero y Julio Guarteche, que estudian el delito no solo desde una perspectiva represiva sino social, por eso afirma que en algunos lugares lo que se precisan son sociólogos y no policías.

Por ese motivo, de las explicaciones que da se concluye que la delincuencia va ganando terreno frente al Estado. De sus palabras surgen al menos cuatro razones que contribuyen a ello.

Una de ellas es responsabilidad del propio Estado que está «compartimentado»: «La Policía no accede a determinada información que tiene el Mides porque dicen que es reservada», afirmó. Como consecuencia, no pueden cruzar datos para llegar adonde está «el mayor nivel de reproducción» del delito.

Otra razón está en la forma en la que operan las bandas: sin una estructura organizada y sin líderes, sino que se mueven en la anarquía.

«El Estado se verá superado, la gente de poder económico creará su propia respuesta de seguridad privada, barrios enteros cerrados con ingreso controlado y el Estado disminuirá su poder ante organizaciones pandilleras»

La tercera explicación que dio el jerarca es que la Policía solo trabaja con los delincuentes que son detenidos en el momento en que cometen el delito (en flagrancia) y que «es difícil» llevar una investigación a largo plazo «porque hay un lío en la Fiscalía que no te lo permite». Desde noviembre entró a regir el nuevo proceso penal y los fiscales son quienes dirigen las investigaciones penales.

Por último decretó el fin de una era: el de las grandes requisas de drogas a través de intervenciones telefónicas, porque llegó el WhatsApp y su codificación punta a punta como el gran aliado de los narcos.

En definitiva, el panorama que pinta, si algunas cosas no cambian, mete miedo.

La Policía está llegando tarde a atender algunos problemas añejos.

Mi experiencia en Drogas (fue director de la brigada antidrogas por años) de ir viendo la degradación que sufrimos y las drogas como un potenciador de esa tendencia, ya mostraba la incidencia de un consumo desmedido, la exhibición de una oferta de bienes que si uno no accede a eso no existe, y núcleos importantes de la población que llegan a la conclusión de que no van a acceder a eso por vías legales.

¿Eso se palpa en el contacto con quien delinque?
Al principio lo palpábamos, ahora es algo peor, es un individuo por fuera absolutamente del sistema. Hay una sociedad que tiene un lenguaje común, una cultura común pero hay sectores a los que no les entendés las palabras, ya tienen otro idioma, tenés que preguntarles qué están diciendo. Es como hablar con un chino. Es la parte más extrema de una decadencia que ya la veíamos venir y que comenzó en las cárceles con los extranjeros. Todo empieza en las cárceles. Hay una transmisión de conocimiento permanente con mucha maldad. No hablan de robar sino que el discurso es la violencia. Si vas a robar no seas gil, el que tenés enfrente es el enemigo. Antes te decían, está bien, perdí. Ahora se desacatan, atacan, grupos de vecinos que defienden a estos. Hay un choque de culturas que va agravándose.

¿De cuánta gente hablamos?
El gobierno está muy compartimentado. La Policía no accede a determinada información que tiene el Mides porque dicen que es reservada. No accedemos a información del BPS ni a la de Secundaria o Primaria que nos permitiría contextualizar y ver el perfil de la gente con la que estamos tratando. Saber cuántos estudian, cuántos están registrados en el BPS y podemos saber cuántos están afuera del sistema. No quiere decir que todos sean violentos, pero nos da una idea del crecimiento, pero eso no funciona. Allí hay problemas en el primer nivel de socialización, que es la familia. Luego no van a estudiar. Tienen generaciones de familiares con antecedentes. Y allí está el mayor nivel de reproducción. Un día los marginados van a ser mayoría. ¿Cómo vamos a contenerlos?

62% de los homicidios denunciados en los primeros cuatro meses de 2018 se dio entre personas dedicadas a la delincuencia cuando hasta el año pasado era 34%.

¿Cómo se para la Policía ante la ola de homicidios?
Diseñamos un despliegue buscando bajar la respuesta, más policías en la calle, pero el homicidio es una cosa difícil de prevenir. La mayoría, entre 50% y 67% de los homicidios se da entre personas vinculadas a la delincuencia. En cuatro meses estamos en 62% cuando hasta el año pasado era 34% el conflicto criminal. También hubo una dispersión hacia el interior porque Montevideo mantiene la tasa que traía y aumentó en el interior. Derramó la conducta de algunos barrios de Montevideo hacia el interior. El canal es el microtráfico de drogas que genera conflicto criminal por la competencia en la venta de drogas y los dramas que aparecen cuando se roban la droga o no cumplen con las entregas.

No hay más aquellas grandes requisas de drogas.

No, y el WhatsApp jugó un papel en eso.

¿Podemos decir que llegó el fin de una era de las intervenciones telefónicas como arma para lograr las grandes requisas?
Sí. Es un drama eso. Hay técnicas que pueden sustituirlo por otras vías, pero el modelo de intervención telefónica caducó. Caducó con la publicidad de El Guardián y caducó absolutamente con el Whatsapp.

¿No manejan presupuesto para pagar informantes?
No hay, hay algo para darle un teléfono a un tipo o pagarle comida, pero no más.

Y el infiltrado.

Sería más bien del agente provocador porque acá el infiltrado es imposible. La entrega vigilada es buena pero el nuevo código casi que lo impide. Trabajás con la flagrancia, con lo que pasa. Llevar una investigación a largo plazo es difícil porque hay un lío en la Fiscalía que no te lo permite. De todas formas, los líderes de las bandas, que son a los que llegamos con estas investigaciones, hoy son distintos. Brillan y se agotan porque los matan o van a la cárcel. No hay una estructura muy organizada y eso es un problema para nosotros. Es una anarquía que no nos permite saber quién es el líder actual, y de pronto aparece uno de 16 años matando a uno de los líderes y la cosa cambió.

8% de los homicidios de lo que va de 2018 fue cometido en el marco de una rapiña, según datos del Ministerio del Interior manejados en la interpelación que Bordaberry le hizo a Bonomi.

¿Qué dicen los sicarios sobre ellos?
Es el discurso que se escuchaba de las favelas: mi vida es corta, tengo que aprovechar todo lo que pueda, están mis códigos, te cruzaste,sos vos o yo y yo te la voy a dar. Los grupos no son importantes. Son pequeños grupos que se arman de un nexo familiar o barrial donde hay líderes fugaces, jóvenes que congregan a los más jóvenes aun. Desaparecido el líder van con otro y así están. Cuando es contra la Policía se juntan todos, pero sin liderazgo.

¿Casavalle?
Sigue con los mismos problemas.

¿El censo que iban a hacer para luego demoler las viviendas?
El Ministerio del Interior ya se ofreció pero debe ser la Intendencia o el Mides el que haga ese censo.

¿Está la decisión política?
Sí, pero creo que no se animan.

La Policía ha estado, a la hora del diagnóstico, un paso adelante anunciando lo que se venía. ¿Qué futuro ve a esta situación?
Un escenario como El Salvador o Guatemala. El Estado se verá superado, la gente de poder económico creará su propia respuesta de seguridad privada, barrios enteros cerrados con ingreso controlado y el Estado disminuirá su poder ante organizaciones pandilleras que vivan de los demás, cobrando peaje para todo.

11,7 es la tasa de homicidios de Montevideo cada 100 mil habitantes, según datos de 2017. Rivera tiene la tasa más alta del país con 13 y Lavalleja la más baja con 0.

¿Hay indicios de pandillas?
Hubo movimientos fugaces que no cuajaron porque es difícil permanecer invisible. El problema es el temor del Estado de tomar decisiones difíciles para contener esto que hoy lo podemos parar pero con medidas no simpáticas. Por ejemplo, un control estricto de la concurrencia a los centros de estudio y que se llegue al retiro de la patria potestad. Eso es ley, solo que no se cumple, hemos caído en una anomia social en la que no se cumplen las leyes y nadie quiere hacerlas cumplir estrictamente. Y cuando hablan de eso mandan a la Policía al frente en vez de enviar asistentes sociales que tengan un registro histórico de esas poblaciones. Ahí es más eficiente un trabajador social que un policía.

¿Tiene miedo el policía de actuar?
Está confundido porque sabe que debe enfrentar esto pero no puede pararlo. Ahora, si lo enfrenta con fuerzas desmedidas corre riesgo él. Lo que hace es contener la situación. Vive en un constante equilibrio. Las normas son las normas, pero el otro día hubo un enfrentamiento donde se detuvo a dos individuos y se les vino una multitud, era de noche, tiros, pedradas, chumbos. En el primer grupo había niños y mujeres. Ahí no podés sacar un arma de fuego. Tenés que usar una escopeta que es menos letal pero si le pegás mal a alguien…Entonces los policías se van y ahí gana esa gente.

ENTREVISTA: Gabriel Pereyra – El Observador

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