Comey, de 52 años, y quien tendrá que ser confirmado en el puesto por el Senado, alcanzó sus metas profesionales más ambiciosas con Bush en la Casa Blanca y es un republicano confeso, que realizó donaciones a las campañas presidenciales de los dos rivales de Obama: John McCain y Mitt Romney.
Nacido en la localidad de Yonkers (Nueva York), creció en Allendale, en el vecino estado de Nueva Jersey, donde cursó hasta la educación secundaria. En 1982 se graduó en la Universidad William y Mary de Virginia, especializándose en química y religión; y en 1985 se doctoró en la Universidad de Derecho de Chicago.
Antes de incorporarse a la administración Bush, trabajó como fiscal federal en el Distrito Sur de Nueva York, puesto que desempeñó entre 2002 y 2003.
Comey se convirtió en el «número dos» del Departamento de Justicia estadounidense en diciembre de 2003, un momento de grave crisis política y constitucional en el país tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y tras los que el entonces presidente Bush había ordenado al FBI «adoptar una mentalidad de guerra».
Los agentes del FBI, bajo la recién adquirida dirección de Robert Mueller, rastrearon miles de llamadas telefónicas, correos electrónicos y direcciones de Internet en EE.UU. junto al espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés).
El jefe de Comey y fiscal general de la época, John Ashcroft, se encargó de autorizar cada 45 días programas de investigación secretos bajo el código Stellar Wind. El número de personas conocedoras de esos programas dentro de la Administración era muy reducido, pero Comey estaba entre ellos.
Sin embargo, el candidato a dirigir el FBI creía que estas prácticas violaban algunos de los pilares constitucionales de Estados Unidos, a través de allanamientos e incautaciones y convenció a Mueller de que esas medidas no habían detenido ningún ataque terrorista ni estaban ofreciendo frutos a la seguridad nacional.
El 4 de marzo de 2004, aconsejó al fiscal general que no volviera a autorizar Stellar Wind, a lo que Ashcroft accedió. Esa misma noche el secretario de Justicia sufrió una severa pancreatitis que dejó al ahora candidato a dirigir el FBI como jefe en funciones de la Justicia estadounidense.
Solo unos días después, Bush ordenó al jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, y su consejero Alberto Gonzales que obtuvieran la firma de Ashcroft para la reautorización del programa.
Pese a las insistencias del expresidente, Ashcroft, que se encontraba en cuidados intensivos después de ser operado, se negó a firmar el programa, que calificó de ilegal, y señaló a Comey como el encargado de tomar esa decisión al ser el fiscal general en funciones.
Ante las negativas, Bush firmó por sí mismo la reautorización la mañana siguiente, actuando como comandante en jefe y anulando todas las órdenes inferiores. Comey solo duraría poco más de un año en el cargo.
Desde que dejó el Departamento de Justicia en 2005, ha trabajado como asesor jurídico en la firma Lockheed Martin y en la compañía de inversiones Bridgewater Associates. En marzo de este año, se unió al consejo del gigante bancario HSBC.
Los medios estadounidenses apuntaron tras los primeros rumores sobre su nominación como director del FBI que la elección del presidente de Estados Unidos respondía a una estrategia de consenso bipartidista dada la confesión republicana del alto funcionario.
Pero Comey no es un republicano cualquiera al haber contradecido las decisiones del propio Bush en plena guerra contra Al Qaeda.
El actual dirigente del FBI, Robert Mueller, de 68 años, se puso al frente de la agencia federal una semana antes de los atentados del 11S y está obligado por ley a abandonar el cargo antes del próximo 4 de septiembre.
Fuente: EFE.