Nadie, ni el más optimista de los saudíes, ni aquellos futboleros que hoy elogian al francés Renard – que bien pudo marcharse en la primera mitad con tres goles en contra – de no haber enfrentado a una Argentina que soñó con morder la zanahoria antes de hacer la ensalada – ansiosa, apurada ,viéndolo todo fácil en los primeros 45, pero sin concentrarse , cayendo en reiteradas posiciones de fuera de juego por no saber esperar 2 segundos para arrancar, o decidir 2 segundos antes la habilitación.
Señalar además, que si bien nadie podía dudar de las posibilidades de llegar al gol del equipo argentino; consigue el gol de la manera que no debió, un penal inventado por el «mamarracho tecnológico futbolero» – del cual son cómplices jugadores, arbitros, dirigentes ,empresarios – de la multinacional que «fifa» al fútbol; matando al «fútbol en su esencia» por el «vil metal».
Nadie podía imaginar, ni vaticinar, lo que iba a ocurrir, este martes en Qatar. Argentina perdió contra todo pronóstico ante la que debía ser el rival más débil de un grupo que también acoge a Polonia y México en la que es la primera gran sorpresa de este Mundial.
Superior sin grandes alardes durante la primera mitad, Argentina se petrificó tras recibir justo después del descanso dos goles de la selección saudí.
A partir del minuto 8 de la segunda parte, los viejos fantasmas de incapacidad para generar juego que Lionel Scaloni parecía haber erradicado, volvieron a resurgir, sin que Argentina fuera capaz de marcar un gol que le permitiera maquillar con un empate lo que sin lugar a dudas es una irregular actuación, y duro golpe para la albiceleste.
El primer tanto de Argentina llegó de regalo a los 10 minutos, con la asistencia de un VAR desconcertante, que entró a sancionar «una mancha» a Paredes como las que hay miles en un mismo partido, y desde los once metros, Messi no desperdició la oportunidad.
Parecía el comienzo de la goleada albiceleste, a imagen de la cosechada el día anterior por Inglaterra.
TRES VECES NO AUNQUE LA DE LAUTARO DEBIO SER SI.
Argentina metió el balón cuatro veces en la portería contraria en la primera mitad, pero se fue al descanso 1-0.
Por eso también debemos decir hoy, que los analistas de «resultados vistos» – que hoy alaban a Renard – también hoy estarían diciendo cuánto se equivocó el frances por hacer el planteo que hizo, si Argentina hubiera tenido «la paciencia», y no la ansiedad , para definir antes – sin el apuro – que el balón saliera del pie de un compañero. Cuestión de concentración. Y más a este nivel, y con jugadores de categoría probada, viendo que fácil se la hacía el rival; marcando en línea en el fondo. Sólo era ser paciente. Perooo… el fútbol es el fútbol y tiene sus imponderables. Por algo es tan pasional.
Y tras la pausa, ocurrió lo inesperado. Un balón recuperado en el centro del campo, pase a Alshehri y empate de Arabia Saudí. Aldawsari se regatea a tres defensores argentinos y llega el segundo para los asiáticos, que entre el 48´ y el 53´, comenzaban a escribír un capítulo histórico en la historia de los mundiales.
CAMBIOS QUE NO CAMBIARON NADA
Argentina quedó petrificada, desconcertada, y ya no supo cómo volver a encauzar el juego. Llamativo. Ni siquiera con la entrada de hombres de refresco como Julián Álvarez o Enzo Fernández dos de las apuestas al desequilibrio por parte de Scaloni.
Arabia fue jugando con la desesperación – la responsabilidad que pesaba sobre el grande -, controlando el partido ante una Argentina sin ideas y lo fue arrimando al final, dejando todo en cada pelota, sabedores de que el 2-1 era histórico y un mazazo enorme para el mundo del fútbol todo.
Argentina no supo. Arabia con sus armas se terminó acomodando y logra una victoria que entrevera el grupo.
Alex Hernández